Para arreglar la Inequidad, hay que Arreglar la Educación

June 15, 2021
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En esta emisión de Mujeres que Impactan, la médica Cindy Rodríguez resalta que aunque la medicina puede ser una herramienta de cambio en Colombia no se detiene en el rol de la salud, sino que la mirada también debe volcarse sobre la desigualdad estructural del sistema educativo.


En el actual contexto colombiano del Paro Nacional, una de las mayores exigencias de los protestantes es asegurarle un sistema de salud eficiente y efectivo para la población colombiana. Desde la perspectiva de la médica Cindy Rodríguez, esto va mucho más allá de las ciudades, es algo incluso estructural desde la educación.


Cindy es médica en la Clínica Infantil de Colsubsidio, egresada de la Universidad Nacional y realiza un activismo direccionado a plantear un plan nacional de salud rural. Pues si ni siquiera en las ciudades está asegurado el acceso a la salud como un derecho fundamental, en la ruralidad esto se presenta de forma aún más profunda.


Como ella bien señala, esta problemática nace desde la educación de la niñez en las ruralidades. Primeramente, debemos analizar la cantidad de personas de comunidades vulnerables, racializadas, rurales y diversas están en las carreras de medicina y cuidados. 


Tan sólo mirando una carrera de pregrado en una universidad pública, no se encuentran muchos integrantes de poblaciones indígenas, campesinas o afrocolombianas. Esto sin analizar cuántas de estas personas son mujeres también.


Esto se debe a un problema estructural desde la manera en que funcionan los colegios de la ruralidad en comparación a los colegios privados del casco urbano. Mientras que un estudiante de colegio, incluso distrital, en Bogotá cuenta con acceso a una serie de herramientas como lo es el internet, textos académicos e, incluso, una constancia de profesores, un estudiante de la ruralidad no cuenta con esta misma estabilidad.


Esto significa que, a la hora de postularse a las universidades públicas, los estudiantes de la ruralidad no cuentan con un mismo nivel de preparación con el que contaría un estudiante de la ciudad. Razón por la cual muchos de los estudiantes de medicina, por decir algo, no son sino del casco urbano.


Y este impedimento al acceso a la educación se desemboca en, no sólo la falta de representación diversa en este tipo de carreras, sino también la ausencia de médicos en zonas rurales. Pues, quienes crecen, y se educan, en la ciudad suelen quedarse, y ejercer, en ese mismo espacio.


Esto resulta en una escasez de médicos que trabajen en zonas rurales y, por ende, una deficiencia en la salud que reciben los habitantes de estos espacios. Se dan casos en donde solamente hay un médico por comunidad, y este debe tener una disponibilidad de veinticuatro horas, porque no hay posibilidad de relevo ni de asistencia alternativa. 


Lo cual resulta en un cansancio inevitable y un servicio de menor calidad que en la ciudad. Esto sin contar las deficiencias estructurales de los hospitales y clínicas en donde operan, pues los recursos también son desviados de manera que no cuentan con todos los implementos necesarios. 


Esto lo explica Cindy a partir de una experiencia que tuvo en la cual, al asistir a una reunión en dónde se buscaba plantear una Ley Ordinaria de Salud, los siete representantes de la mesa eran hombres blancos, especialistas en sus áreas, del casco urbano y de capital estable. Además de que no eran una verdadera representación de las poblaciones a quienes les interesaba esta legislación, las propuestas no tenían en cuenta las desventajas de los centros de salud de la ruralidad.


“En Guma Río, Vichada el único hospital de la zona no tiene vidrios para el cuarto de niños respiratorios”, cuenta la médica, “ese es el nivel de subdesarrollo, de forma que tenemos un hospital que no tiene vidrios, algo tan básico y tan simple”.


Es, de esta misma forma, cómo se evidencia la desatención estatal en el sistema de salud. Pero no sólo eso, sino la evidente y descarada forma de corrupción que desvía los recursos de estos centros hacia la compra de armamento como si estuviésemos en la Tercera Guerra Mundial.


Así mismo, la doctora señala que, las exigencias de hace cincuenta años de los campesinos organizados de una vivienda digna, un acceso a la tierra, educación y salud, son las mismas exigencias planteadas hoy por una nueva generación de campesinos. Como también las mismas exigencias que se están presentando en en el Paro Nacional alrededor del país.


Señala que, aún estando en un pico de pandemia, al pueblo le ha importado más manifestarse frente a las inequidades que ha generado el estado en estos sectores. Como también las reformas más recientes que ha intentado imponer. “Es como si dijeran, si no se muere con esta, lo terminamos de matar con la otra”, reflexiona Cindy, frente a las reformas tributaria y de salud.


Pues la respuesta del Estado de imponer medidas de aislamiento y trabajo desde casa obligatorio sin tener en cuenta que la mayoría de la población no tiene un acceso a internet estable, si no es nulo, ni forma parte de empresas privadas que pueden garantizar su puesto de trabajo, no protege a la población del COVID-19. “No se le puede pedir al vendedor ambulante que venda desde la casa”, concluye la médica.


De esta manera, que el gobierno colombiano no asegure una renta básica para las personas que viven del día a día, termina por exponerlos a la enfermedad. Y luego, gracias al sistema de salud ineficiente que se produjo por la inequidad estructural y negligencia estatal, termina por asesinarlos.  


Para arreglar la Inequidad, hay que Arreglar la Educación

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June 15, 2021

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En esta emisión de Mujeres que Impactan, la médica Cindy Rodríguez resalta que aunque la medicina puede ser una herramienta de cambio en Colombia no se detiene en el rol de la salud, sino que la mirada también debe volcarse sobre la desigualdad estructural del sistema educativo.


En el actual contexto colombiano del Paro Nacional, una de las mayores exigencias de los protestantes es asegurarle un sistema de salud eficiente y efectivo para la población colombiana. Desde la perspectiva de la médica Cindy Rodríguez, esto va mucho más allá de las ciudades, es algo incluso estructural desde la educación.


Cindy es médica en la Clínica Infantil de Colsubsidio, egresada de la Universidad Nacional y realiza un activismo direccionado a plantear un plan nacional de salud rural. Pues si ni siquiera en las ciudades está asegurado el acceso a la salud como un derecho fundamental, en la ruralidad esto se presenta de forma aún más profunda.


Como ella bien señala, esta problemática nace desde la educación de la niñez en las ruralidades. Primeramente, debemos analizar la cantidad de personas de comunidades vulnerables, racializadas, rurales y diversas están en las carreras de medicina y cuidados. 


Tan sólo mirando una carrera de pregrado en una universidad pública, no se encuentran muchos integrantes de poblaciones indígenas, campesinas o afrocolombianas. Esto sin analizar cuántas de estas personas son mujeres también.


Esto se debe a un problema estructural desde la manera en que funcionan los colegios de la ruralidad en comparación a los colegios privados del casco urbano. Mientras que un estudiante de colegio, incluso distrital, en Bogotá cuenta con acceso a una serie de herramientas como lo es el internet, textos académicos e, incluso, una constancia de profesores, un estudiante de la ruralidad no cuenta con esta misma estabilidad.


Esto significa que, a la hora de postularse a las universidades públicas, los estudiantes de la ruralidad no cuentan con un mismo nivel de preparación con el que contaría un estudiante de la ciudad. Razón por la cual muchos de los estudiantes de medicina, por decir algo, no son sino del casco urbano.


Y este impedimento al acceso a la educación se desemboca en, no sólo la falta de representación diversa en este tipo de carreras, sino también la ausencia de médicos en zonas rurales. Pues, quienes crecen, y se educan, en la ciudad suelen quedarse, y ejercer, en ese mismo espacio.


Esto resulta en una escasez de médicos que trabajen en zonas rurales y, por ende, una deficiencia en la salud que reciben los habitantes de estos espacios. Se dan casos en donde solamente hay un médico por comunidad, y este debe tener una disponibilidad de veinticuatro horas, porque no hay posibilidad de relevo ni de asistencia alternativa. 


Lo cual resulta en un cansancio inevitable y un servicio de menor calidad que en la ciudad. Esto sin contar las deficiencias estructurales de los hospitales y clínicas en donde operan, pues los recursos también son desviados de manera que no cuentan con todos los implementos necesarios. 


Esto lo explica Cindy a partir de una experiencia que tuvo en la cual, al asistir a una reunión en dónde se buscaba plantear una Ley Ordinaria de Salud, los siete representantes de la mesa eran hombres blancos, especialistas en sus áreas, del casco urbano y de capital estable. Además de que no eran una verdadera representación de las poblaciones a quienes les interesaba esta legislación, las propuestas no tenían en cuenta las desventajas de los centros de salud de la ruralidad.


“En Guma Río, Vichada el único hospital de la zona no tiene vidrios para el cuarto de niños respiratorios”, cuenta la médica, “ese es el nivel de subdesarrollo, de forma que tenemos un hospital que no tiene vidrios, algo tan básico y tan simple”.


Es, de esta misma forma, cómo se evidencia la desatención estatal en el sistema de salud. Pero no sólo eso, sino la evidente y descarada forma de corrupción que desvía los recursos de estos centros hacia la compra de armamento como si estuviésemos en la Tercera Guerra Mundial.


Así mismo, la doctora señala que, las exigencias de hace cincuenta años de los campesinos organizados de una vivienda digna, un acceso a la tierra, educación y salud, son las mismas exigencias planteadas hoy por una nueva generación de campesinos. Como también las mismas exigencias que se están presentando en en el Paro Nacional alrededor del país.


Señala que, aún estando en un pico de pandemia, al pueblo le ha importado más manifestarse frente a las inequidades que ha generado el estado en estos sectores. Como también las reformas más recientes que ha intentado imponer. “Es como si dijeran, si no se muere con esta, lo terminamos de matar con la otra”, reflexiona Cindy, frente a las reformas tributaria y de salud.


Pues la respuesta del Estado de imponer medidas de aislamiento y trabajo desde casa obligatorio sin tener en cuenta que la mayoría de la población no tiene un acceso a internet estable, si no es nulo, ni forma parte de empresas privadas que pueden garantizar su puesto de trabajo, no protege a la población del COVID-19. “No se le puede pedir al vendedor ambulante que venda desde la casa”, concluye la médica.


De esta manera, que el gobierno colombiano no asegure una renta básica para las personas que viven del día a día, termina por exponerlos a la enfermedad. Y luego, gracias al sistema de salud ineficiente que se produjo por la inequidad estructural y negligencia estatal, termina por asesinarlos.  


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