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Tres startups presentadas en TechCrunch Disrupt 2025: Othelia, Petonic AI y Ganiga, están marcando un punto de inflexión. Ya no se trata solo de automatizar por comodidad, sino de crear inteligencia con conciencia.
Durante años, la gran pregunta alrededor de la IA fue: ¿qué puede hacer? En esta edición del evento, esa conversación dio un giro. Las fundadoras y fundadores de estas tres startups propusieron una mirada más madura de la innovación: no se trata solo de capacidad, sino de intención.
Desde Hollywood hasta Delhi y Bogotá, el mensaje fue claro: la IA puede ser útil, pero también ética; puede acelerar procesos sin borrar la autenticidad ni el valor humano.
Historias que se escriben con algoritmos, no por ellos
La australiana Othelia Technologies, recién instalada en Los Ángeles, presentó una propuesta disruptiva en el terreno creativo. Su plataforma no escribe guiones ni genera contenido automáticamente; lo que hace es mapear el ADN narrativo de una historia.
Su cofundadora y CTO, Joe Couch, lo explicó sin rodeos:
“Nos cansamos de ver a escritores intentando domesticar modelos como GPT. Othelia no intenta imitar la creatividad humana, sino estructurarla. Rompemos la historia en un modelo de datos interconectados que permite a los creadores modificar un detalle y ver cómo ese cambio afecta todo el universo narrativo.”
El sistema analiza relaciones entre personajes, temas y líneas de tiempo, y anticipa inconsistencias antes de que lleguen a convertirse en errores. Pero hay algo que marca una diferencia profunda: a diferencia de la mayoría de herramientas generativas, Othelia no aprende de los usuarios ni usa sus datos para entrenar modelos externos.
“Queremos que la inteligencia artificial amplifique la mente humana, no que la sustituya”, añadió Alexandra Hooven, cofundadora y co-CEO.
En una industria donde el contenido se produce cada vez más rápido y donde las voces humanas a menudo se diluyen, Othelia plantea un nuevo pacto entre tecnología y autoría: eficiencia sin pérdida de identidad.
La verdad es que ese equilibrio se siente casi utópico en tiempos donde la productividad parece medirse en velocidad. Pero quizás, justo ahí, está el futuro más prometedor de la inteligencia artificial: aquel que respeta la mente humana y la expande, en lugar de intentar reemplazarla.
La eficiencia que democratiza la innovación
En otro extremo del espectro, la india Petonic AI presentó SolvAI, una plataforma que está cambiando por completo la forma en que las empresas gestionan la innovación.
Su CEO, Yuvraj Bhardwaj, lo resumió con una claridad que desarma:
“Durante décadas, la innovación fue tratada como arte: impredecible, intuitiva, reservada para ejecutivos o consultores. Nosotros la estamos convirtiendo en ingeniería.”
La idea puede parecer simple, pero el impacto es enorme. SolvAI combina inteligencia artificial, análisis predictivo y automatización para reducir los costos de ejecución hasta en un 90 % y acelerar los ciclos de decisión en más de 200 %.
Pero lo más interesante no es la tecnología en sí, sino lo que cambia en la cultura empresarial: democratiza la innovación.
“Con SolvAI, cada empleado puede contribuir ideas significativas. El sistema evalúa su viabilidad, predice su impacto y elimina el sesgo jerárquico. Innovar ya no depende de quién tiene poder, sino de quién tiene una buena idea.”
En otras palabras, SolvAI convierte la creatividad en un proceso compartido, donde el talento no se mide por el cargo, sino por el valor de la idea.
El resultado es una nueva ética de eficiencia: más inclusiva, más transparente y menos dependiente del instinto corporativo. Donde antes había consultoría manual, ahora hay inteligencia colectiva asistida por IA.
La sostenibilidad como dato
Desde América Latina, Ganiga propone una ética aún más tangible: convertir la basura en información útil.
Su fundador lo resume con una frase que suena tan obvia como poderosa:
“No se puede mejorar lo que no se mide, y el desperdicio era uno de los últimos problemas invisibles de nuestro tiempo.”
Ganiga utiliza visión artificial y robótica para rastrear residuos en tiempo real: identifica materiales, mide emisiones y optimiza los flujos de reciclaje.
Cada objeto descartado —una botella, un envoltorio, un resto orgánico— se transforma en un dato accionable que permite reducir CO₂, mejorar la eficiencia y generar valor económico.
“Queremos que cada residuo sea una fuente de inteligencia ambiental”, explica el equipo.
Su modelo combina impacto ecológico y sostenibilidad financiera: cuanto más precisa es la IA, más rentable se vuelve el proceso circular.
Y es que, en un mundo saturado de desechos y promesas verdes, Ganiga recuerda algo esencial: la verdadera sostenibilidad empieza cuando los datos cuentan la historia que la naturaleza ya está gritando.
Hacia una inteligencia con propósito
Aunque operan en sectores muy distintos, Othelia, Petonic AI y Ganiga comparten algo profundo: la convicción de que la inteligencia artificial no debería ser una caja negra que impone resultados, sino una herramienta transparente, capaz de mostrar la lógica detrás de cada decisión. Una infraestructura con ética, no solo con eficiencia.
Cada una lo demuestra a su manera.
Othelia protege la autenticidad creativa, defendiendo el valor del pensamiento humano en la era de los algoritmos.
Petonic convierte la innovación en un proceso equitativo, donde cualquier persona —no solo los altos ejecutivos— puede aportar una idea que transforme a la empresa.
Y Ganiga traduce la sostenibilidad en datos concretos, volviendo medible lo que antes era invisible.
En conjunto, reflejan una tendencia global: el paso de una IA productiva a una IA responsable. Una que no solo resuelve tareas, sino que también se pregunta por su impacto.
Porque el verdadero reto ya no es crear sistemas más poderosos, sino más conscientes. Diseñar tecnologías que preserven lo que nos hace humanos —la empatía, la intuición, la imaginación— mientras amplifican lo que podemos lograr juntos.
Y es que quizá ahí, en ese punto medio entre creatividad, eficiencia y sostenibilidad, se esté escribiendo el futuro real de la inteligencia artificial: uno donde el progreso no se mida solo en velocidad o precisión, sino en propósito.










