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KIMBERLY WHITE

The Planetary Press


Bienvenido a las Conversaciones de la Casa Común sobre el Trayecto hacia 2022. Hoy nos acompañan María Fernanda Espinosa, Presidenta del 73º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas y ex Ministra de Asuntos Exteriores de Ecuador, e Izabella Teixeira, Copresidenta del Panel Internacional de Recursos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y ex Ministra de Medio Ambiente de Brasil.


Para llegar a la Conferencia "Estocolmo+50" de 2022, la sociedad civil está organizando Estocolmo+49, un evento mundial que se celebrará en 2021 y que se centrará en la creación de un terreno común y en la elaboración de una breve declaración común para provocar un cambio de paradigma en el enfoque actual del cambio climático. ¿Qué temas deberían estar en el centro de esta declaración? María Fernanda Espinosa, empecemos por usted.

MARÍA FERNANDA ESPINOSA

Pues bien, es muy oportuno presentar un compromiso renovado para tener un planeta y unas sociedades humanas que sustenten la vida, tras la histórica declaración de la Conferencia de Estocolmo de hace 49 años. Creo que ha llegado el momento de un nuevo compromiso, no sólo de los gobiernos sino de la sociedad en su conjunto, para garantizar el respeto a la naturaleza, a sus ciclos vitales, a su propia existencia. Por otro lado, hay que pensar en el siglo XXI lo que significaba prácticamente hace 50 años el derecho a un medio ambiente sano y a vivir en un medio ambiente sano, así como la idea de que la Tierra es un patrimonio común y un bien público global o un bien común. Y también para ver cuál es la relación entre política, naturaleza y economía. Creo que es necesario un nuevo compromiso y un nuevo pacto entre la sociedad y la naturaleza. Así que esta declaración no puede ser más oportuna.


No hay duda. Ahora, Izabella Teixeira, me gustaría hacerle la misma pregunta: ¿qué temas deberían estar en el centro de esta declaración?

IZABELLA TEIXEIRA

Tenemos que entender el derecho y la obligación moral hacia un medio ambiente sano. Porque estamos entrando en estos nuevos retos, pero desgraciadamente no con las mismas condiciones de desarrollo en todo el mundo. Hay desigualdades, no sólo sociales, sino también medioambientales. Estamos deseosos de abordar el futuro de forma diferente, pero más que eso, estamos deseosos de comprender mejor cómo nos adentramos en el futuro para contar nuevas historias basadas en el futuro, no basadas en el pasado. Tenemos que entender qué significa un medio ambiente sano para la humanidad y cuáles son los retos de los próximos años que tenemos que abordar mejor.

También necesitamos una nueva expresión para el Humanismo en el mundo y lo que significan las responsabilidades compartidas, no sólo los derechos sino también las obligaciones. Por eso María mencionó que no sólo los gobiernos deben liderar un nuevo compromiso, comportamiento, entendimiento, sino que deben tener en cuenta a la sociedad civil. Y cuando se habla de sociedades hay que entender las necesidades locales, cómo se pueden abordar esas necesidades para conseguir beneficios globales de carbono. Al igual que tenemos que entender que el impacto global no debe ser visto sólo como una colección de los impactos transfronterizos como lo fue en el siglo pasado, porque van más allá de eso. Esto significa que nosotros, como sociedades interconectadas a nivel mundial, tenemos una nueva responsabilidad, tenemos que entender lo que significa y cómo deben abordarse nuestras brechas de desarrollo, cómo debemos diseñar o rediseñar el futuro. Y también tenemos que entender el derecho a elegir. Este es el poder que tenemos individual y colectivamente como sociedad.

Hay que buscar nuevas alternativas al crecimiento económico, no necesariamente sin límites. Tenemos que desvincular el impacto medioambiental del crecimiento económico. Tenemos que mejorar la gestión de los recursos naturales. Pero también hay que comprender los límites del crecimiento económico y considerar el reto que el planeta abre hoy, como una caja de Pandora, como si dijera: "No puedo gestionar diez mil millones de personas en el planeta sin gestionar una nueva forma de enfocar el crecimiento económico y el desarrollo social". Lo que significa que la desigualdad es un tema crítico.

En cuanto a la declaración y el movimiento que la sociedad civil global está haciendo ahora, tenemos que asegurarnos de que podemos tener una democracia y al mismo tiempo una nueva relación entre la humanidad y la naturaleza. Este es el gran reto, y tenemos que presionar no sólo a los Estados sino también a nosotros mismos para exigir un cambio. 


El derecho internacional del medio ambiente parece incapaz de provocar un cambio socioecológico al nivel y la velocidad necesarios para abordar las crisis convergentes a las que nos enfrentamos. Ha permanecido centrado en el Estado-nación, contemplando únicamente al Estado como fuente central de su legitimidad y autoridad. Los actores no estatales, como las ONG y los movimientos de la sociedad civil, no desempeñan un papel significativo en la negociación, aplicación o revisión de los acuerdos medioambientales multilaterales, que parecen seguir siendo el pilar del derecho medioambiental internacional. María Espinosa, ¿qué papel debe jugar la sociedad civil en el diseño de la declaración?

MARÍA FERNANDA ESPINOSA

Escuchamos repetidamente que necesitamos un rejuvenecimiento multilateral, una nueva arquitectura en la gobernanza global, en lo que creamos hace 76 años cuando nació la ONU, porque el tejido social y la geopolítica han cambiado mucho desde entonces. La voz de la sociedad civil es muy importante, no sólo porque debe tener voz en los asuntos mundiales, sino también porque estamos viviendo una crisis de confianza y legitimidad en las instituciones. Y la única manera de contrarrestarlo es asegurarnos de que se escuchen todas las voces y de que realmente defendamos lo que el Secretario General de la ONU, António Guterres, ha dicho tantas veces: un multilateralismo inclusivo y en red. Esto significa que cuando se va a tomar una decisión sobre el futuro de la humanidad, una declaración renovada después de 50 años de la Conferencia de Estocolmo, necesitamos también las voces del mundo académico, de las generaciones más jóvenes, de los líderes jóvenes y transformadores, de las mujeres, de los pueblos indígenas, de las personas con discapacidad, del sector privado, del sector filantrópico, para que participen no sólo en el debate sino también en la toma de decisiones. Porque básicamente lo que intentamos hacer -e Izabella fue muy clara al respecto- es dar forma a un nuevo pacto entre la sociedad, la economía, la política y el medio ambiente. Tenemos que hacer las paces con la naturaleza.

Y lo que hemos hecho en los últimos 50 años después de la Conferencia de Estocolmo es absolutamente incomprensible. Cuando vemos que un millón de especies animales y vegetales están en peligro de extinción, que hemos adoptado los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y que la mayoría de ellos dependen de la salud de los ecosistemas, llegamos a la conclusión de que no alcanzaremos el objetivo de hambre cero para 2030, la salud para todos y la cobertura sanitaria universal para 2030, el objetivo de ciudades sostenibles, etc. Por no hablar del Acuerdo de París sobre el clima. La única manera de hacerlo es mediante un cambio de mentalidad, es un enfoque de la responsabilidad de la sociedad en su conjunto, y por supuesto la responsabilidad de los gobiernos es central. Por ello, es realmente necesario que la Conferencia "Estocolmo+50" sea una declaración política que vuelva a comprometerse con los principios fundamentales, pero que al mismo tiempo trabaje efectivamente en un cambio de paradigma.

No podemos seguir haciendo las cosas como siempre y esperar resultados diferentes. Estamos alterando y afectando a la biodiversidad. Nuestros objetivos en materia de cambio climático están completamente fuera de nuestro alcance si seguimos por el mismo camino. Estamos viendo la contaminación por plásticos, la acidificación de los océanos, el agotamiento de la vida submarina, etc. Así que todos los indicadores están mal, lo que significa que no podemos seguir haciendo las mismas cosas. Básicamente, necesitamos un cambio fundamental en nuestros modelos de producción y consumo. Necesitamos un compromiso político renovado. Necesitamos liderazgo, como mencionó tan elocuentemente Izabella. Y no soy partidario de esos líderes mesiánicos que vienen a cambiar el mundo. Cuando digo liderazgo, es un liderazgo compartido entre todos, es un liderazgo de la sociedad. Es una nueva mentalidad en la sociedad sobre la necesidad de reconciliarse con la Naturaleza. 

Y Kimberly mencionó la falta de resultados tangibles de la arquitectura del derecho ambiental internacional, lo cual es cierto. Tenemos convenciones, protocolos para todo. Hay quien dice que tenemos más de 1.000 acuerdos internacionales sobre medio ambiente, pero contemplamos la Naturaleza y el Sistema Terrestre de forma fragmentada. Así que tenemos convenios sobre productos químicos, biodiversidad, clima, bosques, comercio de especies silvestres, etc. Tenemos una serie de piezas, pero no tenemos un paraguas, algo que abarque y reflexione sobre cómo tenemos que enfocar globalmente el Sistema Terrestre, nuestros bienes comunes, nuestro patrimonio común. Esta tiene que ser la mayor transformación desde la Conferencia de Estocolmo celebrada hace casi 50 años. Debemos recordar los 26 principios de la Declaración de Estocolmo, especialmente el principio 21, que habla de la soberanía de los Estados para decidir sobre sus recursos naturales. Pero tenemos que reinterpretar la soberanía en el contexto de nuestro patrimonio común y nuestro bien común. 

Como muy bien ha mencionado Izabella, ¿cuáles son las alternativas y soluciones para luchar contra la pobreza y la desigualdad preservando el Sistema Terrestre? No están en absoluto en desacuerdo, sino que, por el contrario, se refuerzan mutuamente. Y tenemos que desvincular el desarrollo y la lucha contra la pobreza de la destrucción de la naturaleza y la degradación de los ecosistemas. Cuando observamos el patrón de las emisiones de CO2, vemos dónde están los países con más emisiones y los que más sufren, que son principalmente los países del Sur Global y los llamados Pequeños Estados Insulares en Desarrollo, por ejemplo. Así que hay mucho que hacer y la voz de la sociedad civil es extremadamente importante. Y estamos todos juntos en esto, pero por supuesto los gobiernos deben ser evaluados y son responsables, porque los elegimos para representar nuestros intereses comunes.


Si queremos sobrevivir, es imperativo que nos alejemos de lo habitual, porque lo que estamos haciendo no es sostenible. Ahora, Izabella, ¿puede la sociedad civil ser el componente vital necesario para iniciar e impulsar los cambios estructurales que necesitamos?

IZABELLA TEIXEIRA

Sí, estoy totalmente de acuerdo con María cuando hablábamos del papel de la Declaración Política de Alto Nivel y de esta nueva dinámica tras 50 años de Estocolmo. No podemos olvidar que hace 50 años, en 1972, cuando se celebró esta conferencia, hubo decisiones de las economías en desarrollo que orientaron el debate hacia la combinación de las preocupaciones medioambientales con las de desarrollo. Desde entonces, hemos trabajado intensamente en esta agenda multilateral.

Hoy existe una cuestión estructural y geopolítica. Esto significa que los Estados y la sociedad civil deben entender su papel y dejar claro que la Declaración es una nueva forma de poner nuestra voz a estas nuevas exigencias que necesitamos en este siglo si queremos abordar soluciones concretas a los problemas que tan bien destaca María. Además, como mencionó el Secretario General de la ONU, hay un tipo de multilateralismo en red que necesitamos, con transparencia, acceso y soluciones.

Y es muy importante que podamos entender que detrás de todo esto tenemos la Naturaleza, pero también tenemos el desarrollo humano como núcleo de nuestros retos. Por ello, debemos debatir sobre el desarrollo humano y comprender cómo el sistema de cooperación multilateral inclusivo hará que el desarrollo humano adquiera un nuevo protagonismo, dados los retos que se plantean en todo el mundo. Tenemos que entender el impacto de, por ejemplo, la escasez de recursos naturales y las condiciones ambientales que ejercen presión sobre la migración. 

Estoy totalmente de acuerdo en que la sociedad civil puede ser el componente vital necesario para iniciar e impulsar el cambio estructural que necesitamos. Pero debemos llevar la esperanza de tal manera que la gente no sólo pueda abordar sueños, sino acciones concretas que respondan a las necesidades locales a corto plazo. El sistema internacional debe mejorar su rendimiento. Lo estamos aprendiendo de la crisis pandémica, pero el mundo está cambiando. Creo que la sociedad civil tiene la responsabilidad de diseñar la Declaración y cómo podemos movilizar a la gente más allá de la Conferencia "Estocolmo+50".


En cuanto a la crisis pandémica, la investigación ha demostrado que más del 70% de las enfermedades contagiosas emergentes son de origen zoonótico, lo que demuestra cómo estamos interconectados con el medio ambiente. Porque todo esto está relacionado con la degradación del medio ambiente, con la invasión de los ecosistemas por parte del ser humano, que da la oportunidad de que enfermedades zoonóticas como la Invitación-19 entren en nuestra sociedad.

IZABELLA TEIXEIRA

Sí, estoy totalmente de acuerdo. Tenemos que entender hoy, en el siglo XXI, lo que significa estar interconectado. Se avecinan dos nuevas épocas: la climática y la digital. ¿Cuál será la ciudadanía que saldrá de todo esto? ¿Cómo expresaremos nuestras intenciones y nuestra responsabilidad? ¿Cómo vamos a compartir nuestra visión? En la crisis pandémica nos encontramos con algunas situaciones que no deberían existir, como las desigualdades en la vacunación. Fue la primera vez en mi generación que nos enfrentamos a los riesgos de la muerte sin alternativas en todo el mundo al mismo tiempo. 

Tenemos que entender mejor lo que la humanidad exigirá a la naturaleza. Si las sociedades de todo el mundo quieren tener una vida mejor y sentirse seguras, este nuevo futuro que se avecina nos dará algunas tareas adicionales. Por ejemplo, en la nueva economía verde, en la bioeconomía -y actualmente lo estamos discutiendo en Brasil y en las regiones amazónicas-, ¿cuál sería el papel de los productos forestales para combatir el hambre, no sólo en Brasil, sino en todo el mundo? Además, ¿cómo podemos gestionar mejor la erradicación de la pobreza con esta nueva economía forestal que se avecina, con este nuevo modelo de negocio, con los nuevos requisitos en el comercio para gestionar esto, con las nuevas demandas de los consumidores de todo el mundo?


Desde 1972, hemos asistido a un sinfín de iniciativas y compromisos internacionales por parte de los gobiernos. A pesar de los avances en materia de legislación y gobernanza medioambiental y de una mejor comprensión de los problemas que están en juego, en todo el mundo no hemos logrado cumplir los objetivos de biodiversidad fijados en 2010 y, aunque se han hecho progresos, también vamos camino de no alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. La Declaración de Estocolmo de 1972 establece que la protección y la mejora del medio ambiente es un deber de todos los gobiernos. María, ¿podemos lograr las ambiciosas y urgentes acciones necesarias sólo a través de las iniciativas de los Estados?

MARÍA FERNANDA ESPINOSA

Tiene que ser toda la sociedad, el esfuerzo requiere corresponsabilidad y liderazgo. Pero aquí se trata de algo que va más allá de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que es la propia supervivencia de la Humanidad. La seguridad humana está en juego. Las enfermedades zoonóticas son un síntoma. Es la Naturaleza la que nos habla diciendo: "Has ido demasiado lejos. Has sobrepasado los límites del planeta". La forma en que la naturaleza nos habla es básicamente cuando tenemos que enfrentarnos a pandemias del tamaño y los múltiples impactos de Covid-19.

Así que veo la pandemia como un síntoma de un sistema disfuncional que realmente ignora los Límites Planetarios, y esto que necesita ser curado a través de un nuevo contrato social. Y cuando hablamos de la Declaración de "Estocolmo+50" o de una declaración anterior, la de "Estocolmo+49", procedente de la sociedad civil, presentando los principios del Sistema Terrestre como patrimonio común o el derecho a un medio ambiente sano, etc., es algo más que la propia declaración, porque ésta puede convertirse también en otro de los instrumentos de derecho internacional que tienen un déficit de aplicación. Así que es muy importante observar el proceso, el despertar de una sociedad global. Tenemos que utilizar la energía de los jóvenes, de la iniciativa global "Viernes por el Futuro", de los académicos y científicos, del sector privado, que también está, al menos en su mayoría, comprometido con una transición ecológica imperativa. No tenemos otra opción. 

Ha mencionado los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Kimberly. ¿Podemos alcanzar el objetivo de luchar contra la pobreza si destruimos la naturaleza, que es la base de nuestra supervivencia? La respuesta es no. ¿Podemos alcanzar el objetivo de desarrollo sostenible de hambre cero si seguimos destruyendo nuestros suelos y tierras y aumentando las tierras deforestadas y degradadas? No podemos. ¿Nos tomamos en serio el Acuerdo de París en nuestros compromisos de mitigación, pero también en los de adaptación y creación de resiliencia? La respuesta es obviamente no, no alcanzaremos los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Nuestra supervivencia como especie está amenazada y tenemos una enorme responsabilidad. Incluso cuando tomamos decisiones como ciudadanos, sobre nuestras opciones de consumo o cuando elegimos un Presidente de la República. A veces elegimos a los presidentes sin mirar los planes de transición ecológica porque las cosas no van realmente bien. Si se observan los indicadores climáticos, son realmente aterradores. 

Los últimos cinco años han sido los más calurosos de la historia reciente, lo que significa que estamos muy lejos no solo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sino también del Acuerdo de París y de las llamadas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, que son los compromisos nacionales para reducir las emisiones de CO2 y las relacionadas con el clima. Por eso, cuando decimos que basta con conseguir un compromiso y que el Gobierno firme una declaración concreta, aunque la declaración sea perfecta, maravillosa, exhaustiva, exactamente lo que queríamos, si no hay apropiación social y corresponsabilidad, va a ser extremadamente difícil conseguirlo.


Ahora, Izabella, teniendo en cuenta tu experiencia, ¿cuáles son los principales retos para conseguir que los Estados se comprometan a tomar medidas urgentes e inmediatas en cuestiones medioambientales como el cambio climático?

IZABELLA TEIXEIRA

Es una pregunta excelente, pero tiene una respuesta sencilla. Las sociedades civiles nacionales son los actores clave para hacer que los Estados cambien. Es necesario debatir con ellos las perspectivas estratégicas que tienen teniendo en cuenta los retos globales que debemos afrontar, como el cambio climático. Y no sólo éstas, porque tenemos tres crisis medioambientales globales: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Si queremos que los gobiernos cambien, que acepten una acción legítima en materia de medio ambiente, tenemos que presionar.

Si la sociedad no es capaz de cambiar, los Estados probablemente pospondrán todo, como han hecho en los últimos años. Llevamos más de 20 años luchando por conseguir un acuerdo climático en el que participen todos los países. Tenemos el primer entendimiento sobre responsabilidades compartidas considerando las economías desarrolladas. Y casi 20 años después del Protocolo de Kioto, no somos capaces de abordar las soluciones que recomendó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Hemos entrado en el siglo XXI y hemos comprendido que las economías en desarrollo o emergentes deben unirse a las economías desarrolladas para abordar soluciones concretas. Pero tenemos que encontrar una nueva forma de compartir nuestra perspectiva, teniendo en cuenta las amenazas globales pero también nuestras necesidades locales y una forma innovadora de promover el desarrollo sostenible.

Si queremos abordar el reto principal y conseguir que los Estados se comprometan, tenemos que conseguir que las sociedades se comprometan. Esto significa que las demandas e intereses nacionales relacionados con el comercio internacional deben desempeñar un papel innovador, no sólo para ejercer presión, sino también para reconstruir. Como has mencionado antes, y también María ha dejado claro cuando hablamos de las enfermedades zoonóticas, son un síntoma. Pero, ¿cuáles son las raíces de todo esto? Tenemos que encontrarlos en la deforestación, que ha ejercido presión en el mundo en los últimos 30 años, como la deforestación en el Amazonas. En Brasil la sociedad ha aprendido a lidiar con esto, pero desgraciadamente tenemos líderes que nos vuelven a poner en el camino. 

Las enfermedades zoonóticas significan que diferentes especies animales se juntan y se produce un proceso ecológico perturbador que probablemente exponga a la humanidad a nuevas enfermedades. Por tanto, es necesario comprender la relación causa-efecto. Y hay que dejar claro que esto no es sólo una amenaza, sino que debemos prevenir y evitar estas situaciones y encontrar una nueva forma de promover el desarrollo humano y tener una nueva relación entre la Naturaleza y la Humanidad. Las soluciones basadas en la naturaleza también son muy importantes para tener un enfoque político inclusivo. La gente necesita sentirse parte de las negociaciones de una nueva solución con responsabilidades y un proceso paso a paso. Construir la confianza no es una tarea fácil, pero si no somos capaces de construir la confianza basándonos en realidades y no en perspectivas, todo volverá a fracasar. 

Hay que dejar clara la responsabilidad compartida con el Estado y los dirigentes políticos, y sólo la sociedad civil puede hacerlo, convenciendo a la gente de que ésta es una nueva forma no sólo de afrontar un reto global, sino de mejorar su calidad de vida. Si la gente entiende, cuando discutimos a nivel local, que queremos abordar soluciones para mejorar su calidad de vida y que son responsables de mantener este nuevo entorno que viene. Así que si somos capaces de adoptar este enfoque, de no sólo dialogar, no sólo a nivel internacional en Nueva York, París o incluso Pekín, sino de ir a las ciudades a discutir con la gente que buscamos juntos para abordar soluciones globales basadas en las necesidades locales y teniéndolas en cuenta, deberíamos asegurarnos de tener una presión adicional sobre los gobiernos. Y los cambios políticos que hay que hacer deben empezar ya.


En los últimos años hemos asistido a un cambio en el debate sobre el cambio climático, con una mayor atención a los derechos humanos y la justicia climática. En abril, el Tribunal Federal de Justicia de Alemania dictaminó que la actual legislación sobre el clima limita los derechos de sus jóvenes, en violación de la Constitución del país. La decisión del tribunal alemán se considera una victoria para las generaciones futuras, al tiempo que supone un gran impulso para futuros litigios sobre el clima en todo el mundo. Izabella, mientras el mundo desarrolla soluciones y estrategias para hacer frente a la emergencia climática, ¿cree que tenemos la obligación de trabajar por la equidad intergeneracional para salvaguardar a las generaciones futuras?

IZABELLA TEIXEIRA

Sí, por supuesto. En Brasil tenemos un movimiento político reciente muy interesante que apoyo como ex ministro, un grupo de jóvenes que tomó la decisión de demandar al gobierno brasileño por las mismas razones. Es fascinante porque se trata precisamente de eso, de entender las necesidades locales y de que el futuro es hoy. Tenemos que movilizar a las nuevas generaciones, a todos aquellos que entienden lo que significa un legado intergeneracional. Para hablar del futuro, hay que hablar del presente. Esto es algo muy concreto para la política. 

Tenemos que dejar claro cómo será mejor en 2050, pero también cómo será mejor en 2025 y 2026. Y que somos parte de este proceso que puede cambiar la realidad. Y para tener este proceso de transformación necesitamos actuar en el presente. De lo contrario, no podemos entender lo que significa el futuro. No podemos posponer nada que signifique soluciones para la Humanidad y la Naturaleza en el presente.


De hecho, no tenemos tiempo para esperar, debemos tomar medidas ambiciosas hoy mismo. Ahora bien, María, ¿cómo podría la proyectada Declaración "Estocolmo+50" marcar la diferencia en esta cuestión crítica?

MARÍA FERNANDA ESPINOSA

No puedo estar más de acuerdo con Izabella en que la cuestión de afrontar el futuro empieza hoy.  La justicia climática intergeneracional, por ejemplo, o más bien la justicia intergeneracional en general, está en el centro no sólo de nuestros planes futuros, sino también de las opciones y decisiones políticas que tomamos hoy. He sido un gran partidario y defensor de la participación activa de los jóvenes en las mesas de decisión. Cuando era presidente de la Asamblea General de la ONU, no había una reunión o conversación mundial en la que no estuvieran presentes los jóvenes agentes del cambio.

Y no sólo para cooptar su energía, sino al contrario, siendo partícipes activos, donde tenemos que tomar muy en serio sus visiones del mundo, sus compromisos, sus posiciones, sus agendas, porque es la única manera de construir un presente y un futuro mejor para todos. Estamos muy acostumbrados a decir que los jóvenes son el futuro, pero son el presente. Son activos, comprometidos, bien informados, bien conectados, son participantes activos en las redes sociales. Y tienen que formar parte de este esfuerzo colectivo, de este liderazgo compartido y de la acción concertada en favor del mantenimiento y la sostenibilidad del Sistema Terrestre. Y esto tiene que traducirse en la Declaración "Estocolmo+50".

Hay muchas cosas que siguen siendo relevantes cuando se mira la Declaración de Estocolmo de 1972. Pero hay muchas otras cuestiones que han cambiado radicalmente. Hace cincuenta años ni siquiera pensábamos en la profundidad y el alcance de la crisis climática y en la urgente necesidad no sólo de cambiar nuestros patrones de consumo, sino también de invertir en mitigación y adaptación, especialmente en el mundo en desarrollo, y en la transferencia de tecnología, etc. En 1972 ni siquiera pensábamos en una asombrosa crisis de extinción. O sobre la revolución tecnológica y el no uso de las tecnologías para destruir, sino para proteger los ecosistemas y el Sistema Terrestre. Ni siquiera pensamos en el aumento de las desigualdades y en el síntoma de una disfunción de la sociedad como la pandemia de Covid-19. 

Y seamos claros, no se trata sólo de entender el origen de las enfermedades zoonóticas, sino también de ver lo que ha ocurrido, los billones de dólares de paquetes de recuperación que se están vertiendo en la economía, especialmente de los países del Norte. ¿A dónde van los trillones? Hay muchas evaluaciones y estudios muy preocupantes que dicen, por ejemplo, que menos del 2% de lo que se invierte se destina al crecimiento sostenible, a la economía verde o a una economía que regenere la naturaleza. 

Lo mismo cuando se mira, por ejemplo, la inversión en las mujeres, en las mujeres de las regiones rurales, en los derechos de las mujeres, en la igualdad de género, donde, por desgracia, estamos viendo lo mismo de siempre, lo que nos ha llevado a la situación en la que estamos ahora. Si observamos cómo se está comportando el mundo en el acceso y la distribución de las vacunas contra el Covid-19, es evidente que estamos en una crisis de solidaridad, de cooperación, es decir, que nuestro sistema multilateral tiene que estar a la altura. Creo que todas estas cuestiones críticas deberían ponerse sobre la mesa cuando redactemos la Declaración "Estocolmo+50". 

No se trata sólo del medio ambiente, sino de nuestros modelos de desarrollo y nuestros sistemas de valores. Se trata de cómo pensamos en el futuro, en nuestra seguridad colectiva y humana. Se trata, en cierto modo, de vivir en armonía con la naturaleza. Tenemos una deuda a largo plazo con la integridad de la Naturaleza. Y esta Declaración es un pretexto o una justificación para un nuevo pacto global entre la Naturaleza, la economía y la sociedad. Y sabemos que el Pacto Mundial para el Medio Ambiente es un trabajo en curso, con grandes retos por delante, pero más allá de la Declaración, creo que el Pacto Mundial para el Medio Ambiente va a ser también una plataforma de encuentro para la acción concertada, para un compromiso renovado con los valores básicos de la solidaridad, la convivencia, y no sólo los derechos de los seres humanos a vivir en un medio ambiente sano, sino también los derechos de la existencia de la Naturaleza, sus ciclos vitales, la integridad de sus ecosistemas. Soy un gran defensor de esto porque he trabajado directamente en la redacción de la Constitución ecuatoriana, que reconoce los derechos a la Naturaleza. Y esto es un cambio de paradigma porque normalmente la Naturaleza se ve como un objeto y no como un sujeto de derechos. Pero esto es parte de la mentalidad que debe cambiar con voces fuertes de la sociedad, de los jóvenes líderes, de las mujeres, de los pueblos indígenas.


Fin de la primera parte


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KIMBERLY WHITE

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Bienvenido a las Conversaciones de la Casa Común sobre el Trayecto hacia 2022. Hoy nos acompañan María Fernanda Espinosa, Presidenta del 73º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas y ex Ministra de Asuntos Exteriores de Ecuador, e Izabella Teixeira, Copresidenta del Panel Internacional de Recursos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y ex Ministra de Medio Ambiente de Brasil.


Para llegar a la Conferencia "Estocolmo+50" de 2022, la sociedad civil está organizando Estocolmo+49, un evento mundial que se celebrará en 2021 y que se centrará en la creación de un terreno común y en la elaboración de una breve declaración común para provocar un cambio de paradigma en el enfoque actual del cambio climático. ¿Qué temas deberían estar en el centro de esta declaración? María Fernanda Espinosa, empecemos por usted.

MARÍA FERNANDA ESPINOSA

Pues bien, es muy oportuno presentar un compromiso renovado para tener un planeta y unas sociedades humanas que sustenten la vida, tras la histórica declaración de la Conferencia de Estocolmo de hace 49 años. Creo que ha llegado el momento de un nuevo compromiso, no sólo de los gobiernos sino de la sociedad en su conjunto, para garantizar el respeto a la naturaleza, a sus ciclos vitales, a su propia existencia. Por otro lado, hay que pensar en el siglo XXI lo que significaba prácticamente hace 50 años el derecho a un medio ambiente sano y a vivir en un medio ambiente sano, así como la idea de que la Tierra es un patrimonio común y un bien público global o un bien común. Y también para ver cuál es la relación entre política, naturaleza y economía. Creo que es necesario un nuevo compromiso y un nuevo pacto entre la sociedad y la naturaleza. Así que esta declaración no puede ser más oportuna.


No hay duda. Ahora, Izabella Teixeira, me gustaría hacerle la misma pregunta: ¿qué temas deberían estar en el centro de esta declaración?

IZABELLA TEIXEIRA

Tenemos que entender el derecho y la obligación moral hacia un medio ambiente sano. Porque estamos entrando en estos nuevos retos, pero desgraciadamente no con las mismas condiciones de desarrollo en todo el mundo. Hay desigualdades, no sólo sociales, sino también medioambientales. Estamos deseosos de abordar el futuro de forma diferente, pero más que eso, estamos deseosos de comprender mejor cómo nos adentramos en el futuro para contar nuevas historias basadas en el futuro, no basadas en el pasado. Tenemos que entender qué significa un medio ambiente sano para la humanidad y cuáles son los retos de los próximos años que tenemos que abordar mejor.

También necesitamos una nueva expresión para el Humanismo en el mundo y lo que significan las responsabilidades compartidas, no sólo los derechos sino también las obligaciones. Por eso María mencionó que no sólo los gobiernos deben liderar un nuevo compromiso, comportamiento, entendimiento, sino que deben tener en cuenta a la sociedad civil. Y cuando se habla de sociedades hay que entender las necesidades locales, cómo se pueden abordar esas necesidades para conseguir beneficios globales de carbono. Al igual que tenemos que entender que el impacto global no debe ser visto sólo como una colección de los impactos transfronterizos como lo fue en el siglo pasado, porque van más allá de eso. Esto significa que nosotros, como sociedades interconectadas a nivel mundial, tenemos una nueva responsabilidad, tenemos que entender lo que significa y cómo deben abordarse nuestras brechas de desarrollo, cómo debemos diseñar o rediseñar el futuro. Y también tenemos que entender el derecho a elegir. Este es el poder que tenemos individual y colectivamente como sociedad.

Hay que buscar nuevas alternativas al crecimiento económico, no necesariamente sin límites. Tenemos que desvincular el impacto medioambiental del crecimiento económico. Tenemos que mejorar la gestión de los recursos naturales. Pero también hay que comprender los límites del crecimiento económico y considerar el reto que el planeta abre hoy, como una caja de Pandora, como si dijera: "No puedo gestionar diez mil millones de personas en el planeta sin gestionar una nueva forma de enfocar el crecimiento económico y el desarrollo social". Lo que significa que la desigualdad es un tema crítico.

En cuanto a la declaración y el movimiento que la sociedad civil global está haciendo ahora, tenemos que asegurarnos de que podemos tener una democracia y al mismo tiempo una nueva relación entre la humanidad y la naturaleza. Este es el gran reto, y tenemos que presionar no sólo a los Estados sino también a nosotros mismos para exigir un cambio. 


El derecho internacional del medio ambiente parece incapaz de provocar un cambio socioecológico al nivel y la velocidad necesarios para abordar las crisis convergentes a las que nos enfrentamos. Ha permanecido centrado en el Estado-nación, contemplando únicamente al Estado como fuente central de su legitimidad y autoridad. Los actores no estatales, como las ONG y los movimientos de la sociedad civil, no desempeñan un papel significativo en la negociación, aplicación o revisión de los acuerdos medioambientales multilaterales, que parecen seguir siendo el pilar del derecho medioambiental internacional. María Espinosa, ¿qué papel debe jugar la sociedad civil en el diseño de la declaración?

MARÍA FERNANDA ESPINOSA

Escuchamos repetidamente que necesitamos un rejuvenecimiento multilateral, una nueva arquitectura en la gobernanza global, en lo que creamos hace 76 años cuando nació la ONU, porque el tejido social y la geopolítica han cambiado mucho desde entonces. La voz de la sociedad civil es muy importante, no sólo porque debe tener voz en los asuntos mundiales, sino también porque estamos viviendo una crisis de confianza y legitimidad en las instituciones. Y la única manera de contrarrestarlo es asegurarnos de que se escuchen todas las voces y de que realmente defendamos lo que el Secretario General de la ONU, António Guterres, ha dicho tantas veces: un multilateralismo inclusivo y en red. Esto significa que cuando se va a tomar una decisión sobre el futuro de la humanidad, una declaración renovada después de 50 años de la Conferencia de Estocolmo, necesitamos también las voces del mundo académico, de las generaciones más jóvenes, de los líderes jóvenes y transformadores, de las mujeres, de los pueblos indígenas, de las personas con discapacidad, del sector privado, del sector filantrópico, para que participen no sólo en el debate sino también en la toma de decisiones. Porque básicamente lo que intentamos hacer -e Izabella fue muy clara al respecto- es dar forma a un nuevo pacto entre la sociedad, la economía, la política y el medio ambiente. Tenemos que hacer las paces con la naturaleza.

Y lo que hemos hecho en los últimos 50 años después de la Conferencia de Estocolmo es absolutamente incomprensible. Cuando vemos que un millón de especies animales y vegetales están en peligro de extinción, que hemos adoptado los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y que la mayoría de ellos dependen de la salud de los ecosistemas, llegamos a la conclusión de que no alcanzaremos el objetivo de hambre cero para 2030, la salud para todos y la cobertura sanitaria universal para 2030, el objetivo de ciudades sostenibles, etc. Por no hablar del Acuerdo de París sobre el clima. La única manera de hacerlo es mediante un cambio de mentalidad, es un enfoque de la responsabilidad de la sociedad en su conjunto, y por supuesto la responsabilidad de los gobiernos es central. Por ello, es realmente necesario que la Conferencia "Estocolmo+50" sea una declaración política que vuelva a comprometerse con los principios fundamentales, pero que al mismo tiempo trabaje efectivamente en un cambio de paradigma.

No podemos seguir haciendo las cosas como siempre y esperar resultados diferentes. Estamos alterando y afectando a la biodiversidad. Nuestros objetivos en materia de cambio climático están completamente fuera de nuestro alcance si seguimos por el mismo camino. Estamos viendo la contaminación por plásticos, la acidificación de los océanos, el agotamiento de la vida submarina, etc. Así que todos los indicadores están mal, lo que significa que no podemos seguir haciendo las mismas cosas. Básicamente, necesitamos un cambio fundamental en nuestros modelos de producción y consumo. Necesitamos un compromiso político renovado. Necesitamos liderazgo, como mencionó tan elocuentemente Izabella. Y no soy partidario de esos líderes mesiánicos que vienen a cambiar el mundo. Cuando digo liderazgo, es un liderazgo compartido entre todos, es un liderazgo de la sociedad. Es una nueva mentalidad en la sociedad sobre la necesidad de reconciliarse con la Naturaleza. 

Y Kimberly mencionó la falta de resultados tangibles de la arquitectura del derecho ambiental internacional, lo cual es cierto. Tenemos convenciones, protocolos para todo. Hay quien dice que tenemos más de 1.000 acuerdos internacionales sobre medio ambiente, pero contemplamos la Naturaleza y el Sistema Terrestre de forma fragmentada. Así que tenemos convenios sobre productos químicos, biodiversidad, clima, bosques, comercio de especies silvestres, etc. Tenemos una serie de piezas, pero no tenemos un paraguas, algo que abarque y reflexione sobre cómo tenemos que enfocar globalmente el Sistema Terrestre, nuestros bienes comunes, nuestro patrimonio común. Esta tiene que ser la mayor transformación desde la Conferencia de Estocolmo celebrada hace casi 50 años. Debemos recordar los 26 principios de la Declaración de Estocolmo, especialmente el principio 21, que habla de la soberanía de los Estados para decidir sobre sus recursos naturales. Pero tenemos que reinterpretar la soberanía en el contexto de nuestro patrimonio común y nuestro bien común. 

Como muy bien ha mencionado Izabella, ¿cuáles son las alternativas y soluciones para luchar contra la pobreza y la desigualdad preservando el Sistema Terrestre? No están en absoluto en desacuerdo, sino que, por el contrario, se refuerzan mutuamente. Y tenemos que desvincular el desarrollo y la lucha contra la pobreza de la destrucción de la naturaleza y la degradación de los ecosistemas. Cuando observamos el patrón de las emisiones de CO2, vemos dónde están los países con más emisiones y los que más sufren, que son principalmente los países del Sur Global y los llamados Pequeños Estados Insulares en Desarrollo, por ejemplo. Así que hay mucho que hacer y la voz de la sociedad civil es extremadamente importante. Y estamos todos juntos en esto, pero por supuesto los gobiernos deben ser evaluados y son responsables, porque los elegimos para representar nuestros intereses comunes.


Si queremos sobrevivir, es imperativo que nos alejemos de lo habitual, porque lo que estamos haciendo no es sostenible. Ahora, Izabella, ¿puede la sociedad civil ser el componente vital necesario para iniciar e impulsar los cambios estructurales que necesitamos?

IZABELLA TEIXEIRA

Sí, estoy totalmente de acuerdo con María cuando hablábamos del papel de la Declaración Política de Alto Nivel y de esta nueva dinámica tras 50 años de Estocolmo. No podemos olvidar que hace 50 años, en 1972, cuando se celebró esta conferencia, hubo decisiones de las economías en desarrollo que orientaron el debate hacia la combinación de las preocupaciones medioambientales con las de desarrollo. Desde entonces, hemos trabajado intensamente en esta agenda multilateral.

Hoy existe una cuestión estructural y geopolítica. Esto significa que los Estados y la sociedad civil deben entender su papel y dejar claro que la Declaración es una nueva forma de poner nuestra voz a estas nuevas exigencias que necesitamos en este siglo si queremos abordar soluciones concretas a los problemas que tan bien destaca María. Además, como mencionó el Secretario General de la ONU, hay un tipo de multilateralismo en red que necesitamos, con transparencia, acceso y soluciones.

Y es muy importante que podamos entender que detrás de todo esto tenemos la Naturaleza, pero también tenemos el desarrollo humano como núcleo de nuestros retos. Por ello, debemos debatir sobre el desarrollo humano y comprender cómo el sistema de cooperación multilateral inclusivo hará que el desarrollo humano adquiera un nuevo protagonismo, dados los retos que se plantean en todo el mundo. Tenemos que entender el impacto de, por ejemplo, la escasez de recursos naturales y las condiciones ambientales que ejercen presión sobre la migración. 

Estoy totalmente de acuerdo en que la sociedad civil puede ser el componente vital necesario para iniciar e impulsar el cambio estructural que necesitamos. Pero debemos llevar la esperanza de tal manera que la gente no sólo pueda abordar sueños, sino acciones concretas que respondan a las necesidades locales a corto plazo. El sistema internacional debe mejorar su rendimiento. Lo estamos aprendiendo de la crisis pandémica, pero el mundo está cambiando. Creo que la sociedad civil tiene la responsabilidad de diseñar la Declaración y cómo podemos movilizar a la gente más allá de la Conferencia "Estocolmo+50".


En cuanto a la crisis pandémica, la investigación ha demostrado que más del 70% de las enfermedades contagiosas emergentes son de origen zoonótico, lo que demuestra cómo estamos interconectados con el medio ambiente. Porque todo esto está relacionado con la degradación del medio ambiente, con la invasión de los ecosistemas por parte del ser humano, que da la oportunidad de que enfermedades zoonóticas como la Invitación-19 entren en nuestra sociedad.

IZABELLA TEIXEIRA

Sí, estoy totalmente de acuerdo. Tenemos que entender hoy, en el siglo XXI, lo que significa estar interconectado. Se avecinan dos nuevas épocas: la climática y la digital. ¿Cuál será la ciudadanía que saldrá de todo esto? ¿Cómo expresaremos nuestras intenciones y nuestra responsabilidad? ¿Cómo vamos a compartir nuestra visión? En la crisis pandémica nos encontramos con algunas situaciones que no deberían existir, como las desigualdades en la vacunación. Fue la primera vez en mi generación que nos enfrentamos a los riesgos de la muerte sin alternativas en todo el mundo al mismo tiempo. 

Tenemos que entender mejor lo que la humanidad exigirá a la naturaleza. Si las sociedades de todo el mundo quieren tener una vida mejor y sentirse seguras, este nuevo futuro que se avecina nos dará algunas tareas adicionales. Por ejemplo, en la nueva economía verde, en la bioeconomía -y actualmente lo estamos discutiendo en Brasil y en las regiones amazónicas-, ¿cuál sería el papel de los productos forestales para combatir el hambre, no sólo en Brasil, sino en todo el mundo? Además, ¿cómo podemos gestionar mejor la erradicación de la pobreza con esta nueva economía forestal que se avecina, con este nuevo modelo de negocio, con los nuevos requisitos en el comercio para gestionar esto, con las nuevas demandas de los consumidores de todo el mundo?


Desde 1972, hemos asistido a un sinfín de iniciativas y compromisos internacionales por parte de los gobiernos. A pesar de los avances en materia de legislación y gobernanza medioambiental y de una mejor comprensión de los problemas que están en juego, en todo el mundo no hemos logrado cumplir los objetivos de biodiversidad fijados en 2010 y, aunque se han hecho progresos, también vamos camino de no alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. La Declaración de Estocolmo de 1972 establece que la protección y la mejora del medio ambiente es un deber de todos los gobiernos. María, ¿podemos lograr las ambiciosas y urgentes acciones necesarias sólo a través de las iniciativas de los Estados?

MARÍA FERNANDA ESPINOSA

Tiene que ser toda la sociedad, el esfuerzo requiere corresponsabilidad y liderazgo. Pero aquí se trata de algo que va más allá de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que es la propia supervivencia de la Humanidad. La seguridad humana está en juego. Las enfermedades zoonóticas son un síntoma. Es la Naturaleza la que nos habla diciendo: "Has ido demasiado lejos. Has sobrepasado los límites del planeta". La forma en que la naturaleza nos habla es básicamente cuando tenemos que enfrentarnos a pandemias del tamaño y los múltiples impactos de Covid-19.

Así que veo la pandemia como un síntoma de un sistema disfuncional que realmente ignora los Límites Planetarios, y esto que necesita ser curado a través de un nuevo contrato social. Y cuando hablamos de la Declaración de "Estocolmo+50" o de una declaración anterior, la de "Estocolmo+49", procedente de la sociedad civil, presentando los principios del Sistema Terrestre como patrimonio común o el derecho a un medio ambiente sano, etc., es algo más que la propia declaración, porque ésta puede convertirse también en otro de los instrumentos de derecho internacional que tienen un déficit de aplicación. Así que es muy importante observar el proceso, el despertar de una sociedad global. Tenemos que utilizar la energía de los jóvenes, de la iniciativa global "Viernes por el Futuro", de los académicos y científicos, del sector privado, que también está, al menos en su mayoría, comprometido con una transición ecológica imperativa. No tenemos otra opción. 

Ha mencionado los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Kimberly. ¿Podemos alcanzar el objetivo de luchar contra la pobreza si destruimos la naturaleza, que es la base de nuestra supervivencia? La respuesta es no. ¿Podemos alcanzar el objetivo de desarrollo sostenible de hambre cero si seguimos destruyendo nuestros suelos y tierras y aumentando las tierras deforestadas y degradadas? No podemos. ¿Nos tomamos en serio el Acuerdo de París en nuestros compromisos de mitigación, pero también en los de adaptación y creación de resiliencia? La respuesta es obviamente no, no alcanzaremos los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Nuestra supervivencia como especie está amenazada y tenemos una enorme responsabilidad. Incluso cuando tomamos decisiones como ciudadanos, sobre nuestras opciones de consumo o cuando elegimos un Presidente de la República. A veces elegimos a los presidentes sin mirar los planes de transición ecológica porque las cosas no van realmente bien. Si se observan los indicadores climáticos, son realmente aterradores. 

Los últimos cinco años han sido los más calurosos de la historia reciente, lo que significa que estamos muy lejos no solo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sino también del Acuerdo de París y de las llamadas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, que son los compromisos nacionales para reducir las emisiones de CO2 y las relacionadas con el clima. Por eso, cuando decimos que basta con conseguir un compromiso y que el Gobierno firme una declaración concreta, aunque la declaración sea perfecta, maravillosa, exhaustiva, exactamente lo que queríamos, si no hay apropiación social y corresponsabilidad, va a ser extremadamente difícil conseguirlo.


Ahora, Izabella, teniendo en cuenta tu experiencia, ¿cuáles son los principales retos para conseguir que los Estados se comprometan a tomar medidas urgentes e inmediatas en cuestiones medioambientales como el cambio climático?

IZABELLA TEIXEIRA

Es una pregunta excelente, pero tiene una respuesta sencilla. Las sociedades civiles nacionales son los actores clave para hacer que los Estados cambien. Es necesario debatir con ellos las perspectivas estratégicas que tienen teniendo en cuenta los retos globales que debemos afrontar, como el cambio climático. Y no sólo éstas, porque tenemos tres crisis medioambientales globales: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Si queremos que los gobiernos cambien, que acepten una acción legítima en materia de medio ambiente, tenemos que presionar.

Si la sociedad no es capaz de cambiar, los Estados probablemente pospondrán todo, como han hecho en los últimos años. Llevamos más de 20 años luchando por conseguir un acuerdo climático en el que participen todos los países. Tenemos el primer entendimiento sobre responsabilidades compartidas considerando las economías desarrolladas. Y casi 20 años después del Protocolo de Kioto, no somos capaces de abordar las soluciones que recomendó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Hemos entrado en el siglo XXI y hemos comprendido que las economías en desarrollo o emergentes deben unirse a las economías desarrolladas para abordar soluciones concretas. Pero tenemos que encontrar una nueva forma de compartir nuestra perspectiva, teniendo en cuenta las amenazas globales pero también nuestras necesidades locales y una forma innovadora de promover el desarrollo sostenible.

Si queremos abordar el reto principal y conseguir que los Estados se comprometan, tenemos que conseguir que las sociedades se comprometan. Esto significa que las demandas e intereses nacionales relacionados con el comercio internacional deben desempeñar un papel innovador, no sólo para ejercer presión, sino también para reconstruir. Como has mencionado antes, y también María ha dejado claro cuando hablamos de las enfermedades zoonóticas, son un síntoma. Pero, ¿cuáles son las raíces de todo esto? Tenemos que encontrarlos en la deforestación, que ha ejercido presión en el mundo en los últimos 30 años, como la deforestación en el Amazonas. En Brasil la sociedad ha aprendido a lidiar con esto, pero desgraciadamente tenemos líderes que nos vuelven a poner en el camino. 

Las enfermedades zoonóticas significan que diferentes especies animales se juntan y se produce un proceso ecológico perturbador que probablemente exponga a la humanidad a nuevas enfermedades. Por tanto, es necesario comprender la relación causa-efecto. Y hay que dejar claro que esto no es sólo una amenaza, sino que debemos prevenir y evitar estas situaciones y encontrar una nueva forma de promover el desarrollo humano y tener una nueva relación entre la Naturaleza y la Humanidad. Las soluciones basadas en la naturaleza también son muy importantes para tener un enfoque político inclusivo. La gente necesita sentirse parte de las negociaciones de una nueva solución con responsabilidades y un proceso paso a paso. Construir la confianza no es una tarea fácil, pero si no somos capaces de construir la confianza basándonos en realidades y no en perspectivas, todo volverá a fracasar. 

Hay que dejar clara la responsabilidad compartida con el Estado y los dirigentes políticos, y sólo la sociedad civil puede hacerlo, convenciendo a la gente de que ésta es una nueva forma no sólo de afrontar un reto global, sino de mejorar su calidad de vida. Si la gente entiende, cuando discutimos a nivel local, que queremos abordar soluciones para mejorar su calidad de vida y que son responsables de mantener este nuevo entorno que viene. Así que si somos capaces de adoptar este enfoque, de no sólo dialogar, no sólo a nivel internacional en Nueva York, París o incluso Pekín, sino de ir a las ciudades a discutir con la gente que buscamos juntos para abordar soluciones globales basadas en las necesidades locales y teniéndolas en cuenta, deberíamos asegurarnos de tener una presión adicional sobre los gobiernos. Y los cambios políticos que hay que hacer deben empezar ya.


En los últimos años hemos asistido a un cambio en el debate sobre el cambio climático, con una mayor atención a los derechos humanos y la justicia climática. En abril, el Tribunal Federal de Justicia de Alemania dictaminó que la actual legislación sobre el clima limita los derechos de sus jóvenes, en violación de la Constitución del país. La decisión del tribunal alemán se considera una victoria para las generaciones futuras, al tiempo que supone un gran impulso para futuros litigios sobre el clima en todo el mundo. Izabella, mientras el mundo desarrolla soluciones y estrategias para hacer frente a la emergencia climática, ¿cree que tenemos la obligación de trabajar por la equidad intergeneracional para salvaguardar a las generaciones futuras?

IZABELLA TEIXEIRA

Sí, por supuesto. En Brasil tenemos un movimiento político reciente muy interesante que apoyo como ex ministro, un grupo de jóvenes que tomó la decisión de demandar al gobierno brasileño por las mismas razones. Es fascinante porque se trata precisamente de eso, de entender las necesidades locales y de que el futuro es hoy. Tenemos que movilizar a las nuevas generaciones, a todos aquellos que entienden lo que significa un legado intergeneracional. Para hablar del futuro, hay que hablar del presente. Esto es algo muy concreto para la política. 

Tenemos que dejar claro cómo será mejor en 2050, pero también cómo será mejor en 2025 y 2026. Y que somos parte de este proceso que puede cambiar la realidad. Y para tener este proceso de transformación necesitamos actuar en el presente. De lo contrario, no podemos entender lo que significa el futuro. No podemos posponer nada que signifique soluciones para la Humanidad y la Naturaleza en el presente.


De hecho, no tenemos tiempo para esperar, debemos tomar medidas ambiciosas hoy mismo. Ahora bien, María, ¿cómo podría la proyectada Declaración "Estocolmo+50" marcar la diferencia en esta cuestión crítica?

MARÍA FERNANDA ESPINOSA

No puedo estar más de acuerdo con Izabella en que la cuestión de afrontar el futuro empieza hoy.  La justicia climática intergeneracional, por ejemplo, o más bien la justicia intergeneracional en general, está en el centro no sólo de nuestros planes futuros, sino también de las opciones y decisiones políticas que tomamos hoy. He sido un gran partidario y defensor de la participación activa de los jóvenes en las mesas de decisión. Cuando era presidente de la Asamblea General de la ONU, no había una reunión o conversación mundial en la que no estuvieran presentes los jóvenes agentes del cambio.

Y no sólo para cooptar su energía, sino al contrario, siendo partícipes activos, donde tenemos que tomar muy en serio sus visiones del mundo, sus compromisos, sus posiciones, sus agendas, porque es la única manera de construir un presente y un futuro mejor para todos. Estamos muy acostumbrados a decir que los jóvenes son el futuro, pero son el presente. Son activos, comprometidos, bien informados, bien conectados, son participantes activos en las redes sociales. Y tienen que formar parte de este esfuerzo colectivo, de este liderazgo compartido y de la acción concertada en favor del mantenimiento y la sostenibilidad del Sistema Terrestre. Y esto tiene que traducirse en la Declaración "Estocolmo+50".

Hay muchas cosas que siguen siendo relevantes cuando se mira la Declaración de Estocolmo de 1972. Pero hay muchas otras cuestiones que han cambiado radicalmente. Hace cincuenta años ni siquiera pensábamos en la profundidad y el alcance de la crisis climática y en la urgente necesidad no sólo de cambiar nuestros patrones de consumo, sino también de invertir en mitigación y adaptación, especialmente en el mundo en desarrollo, y en la transferencia de tecnología, etc. En 1972 ni siquiera pensábamos en una asombrosa crisis de extinción. O sobre la revolución tecnológica y el no uso de las tecnologías para destruir, sino para proteger los ecosistemas y el Sistema Terrestre. Ni siquiera pensamos en el aumento de las desigualdades y en el síntoma de una disfunción de la sociedad como la pandemia de Covid-19. 

Y seamos claros, no se trata sólo de entender el origen de las enfermedades zoonóticas, sino también de ver lo que ha ocurrido, los billones de dólares de paquetes de recuperación que se están vertiendo en la economía, especialmente de los países del Norte. ¿A dónde van los trillones? Hay muchas evaluaciones y estudios muy preocupantes que dicen, por ejemplo, que menos del 2% de lo que se invierte se destina al crecimiento sostenible, a la economía verde o a una economía que regenere la naturaleza. 

Lo mismo cuando se mira, por ejemplo, la inversión en las mujeres, en las mujeres de las regiones rurales, en los derechos de las mujeres, en la igualdad de género, donde, por desgracia, estamos viendo lo mismo de siempre, lo que nos ha llevado a la situación en la que estamos ahora. Si observamos cómo se está comportando el mundo en el acceso y la distribución de las vacunas contra el Covid-19, es evidente que estamos en una crisis de solidaridad, de cooperación, es decir, que nuestro sistema multilateral tiene que estar a la altura. Creo que todas estas cuestiones críticas deberían ponerse sobre la mesa cuando redactemos la Declaración "Estocolmo+50". 

No se trata sólo del medio ambiente, sino de nuestros modelos de desarrollo y nuestros sistemas de valores. Se trata de cómo pensamos en el futuro, en nuestra seguridad colectiva y humana. Se trata, en cierto modo, de vivir en armonía con la naturaleza. Tenemos una deuda a largo plazo con la integridad de la Naturaleza. Y esta Declaración es un pretexto o una justificación para un nuevo pacto global entre la Naturaleza, la economía y la sociedad. Y sabemos que el Pacto Mundial para el Medio Ambiente es un trabajo en curso, con grandes retos por delante, pero más allá de la Declaración, creo que el Pacto Mundial para el Medio Ambiente va a ser también una plataforma de encuentro para la acción concertada, para un compromiso renovado con los valores básicos de la solidaridad, la convivencia, y no sólo los derechos de los seres humanos a vivir en un medio ambiente sano, sino también los derechos de la existencia de la Naturaleza, sus ciclos vitales, la integridad de sus ecosistemas. Soy un gran defensor de esto porque he trabajado directamente en la redacción de la Constitución ecuatoriana, que reconoce los derechos a la Naturaleza. Y esto es un cambio de paradigma porque normalmente la Naturaleza se ve como un objeto y no como un sujeto de derechos. Pero esto es parte de la mentalidad que debe cambiar con voces fuertes de la sociedad, de los jóvenes líderes, de las mujeres, de los pueblos indígenas.


Fin de la primera parte


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