Viriato Soromenho Marques: "Si no cambiamos el modelo económico, no podremos hacer frente a la crisis medioambiental y climática"

June 15, 2021
Artículo
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Viriato Soromenho
Es necesario "dar un precio", un valor económico, "a la preservación, protección, promoción y restablecimiento de las diferentes partes del Sistema Terrestre, como el agua, la biodiversidad, los bosques y los paisajes", dice el profesor de filosofía de la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa.
VIRGÍLIO AZEVEDO
Adaptación
CLÁUDIA PAIVA Y JULIETH CASTRO TOVAR
Traducción al español

Desde el 23 de septiembre 2020, la Casa Común de la Humanidad (CHH), una organización mundial con sede en Portugal, en la Universidad de Oporto, ha estado realizando una campaña publicitaria de su iniciativa "Un sistema terrestre, un patrimonio común, un pacto mundial", en asociación con la agencia de noticias The Planetary Press.

La campaña incluye una serie de entrevistas realizadas por esta agencia, grabadas en podcast y transcritas en inglés, portugués y español - las "Conversaciones de la Casa Común ONU75" - a personalidades de proyección internacional. Las primeras 14 entrevistas están acompañadas de videos con animaciones sobre las propuestas de la CHH.

Puede ver las entrevistas aquí

La CHH propone el reconocimiento del Sistema Terrestre como Patrimonio Común de la Humanidad, para restablecer un clima estable, crear un nuevo modelo de gobernanza de los recursos naturales comunes del planeta y promover un nuevo Pacto Ambiental Global en las Naciones Unidas, que ponga fin al actual estancamiento de las negociaciones sobre el clima. Para lograr este objetivo, la CHH está organizando una coalición mundial de conocidos científicos del Sistema Terrestre y de la sostenibilidad, juristas, economistas, sociólogos, Estados soberanos, ONG, organizaciones internacionales, autoridades y comunidades locales, pueblos indígenas y universidades.

La CHH tiene como fundadores siete universidades portuguesas, ZERO-Asociación Sistema Terrestre Sostenible, el Ministerio del Medio Ambiente y Acción Climática de Portugal, los ayuntamientos de las ciudades de Oporto y Gaia, y expertos de todo el mundo. También cuenta con varias organizaciones de apoyo, además de la agencia de noticias The Planetary Press, el IIDMA - Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente (Madrid), The Planetary Network, Global Voice y la organización Earth Trusteeship Initiative.

1/ Es profesor de filosofía política, filosofía de la naturaleza e i deas europeas en la Universidad de Lisboa, y fue uno de los autores de la estrategia portuguesa para el desarrollo sostenible.

¿Qué destaca de estas experiencias?

Lo que intento hacer con mis actividades es contribuir a tratar los problemas colectivos de la Humanidad, porque necesitamos políticas públicas. Pero tenemos que superar la actual comprensión, muy limitada, de lo que está en juego con la crisis medioambiental y climática. Si pensamos que este problema debe ser resuelto sólo por los gobiernos y las grandes empresas, nos equivocamos. Porque en la raíz de este problema hay un profundo cambio en el conjunto de valores de nuestra visión del mundo. Y para lograrlo, necesitamos también la contribución de la cultura, la ética, la religión. Por lo tanto, todos somos actores en esta lucha por la supervivencia de la civilización en la Tierra. Considero el cambio climático no como algo que existe por sí mismo, sino como una dimensión de la crisis medioambiental, en la que podemos identificar cinco dimensiones únicas. En primer lugar, el clima es la única crisis realmente planetaria que existe. El cambio climático se siente intensamente en el extremo norte y en el extremo sur del planeta, en regiones en las que casi no hay nadie vivo.

2/ En otras palabras, ¿no hay santuarios protegidos del impacto del cambio climático?

No. En segundo lugar, es una crisis irreversible y entrópica. Sabemos que tenemos una extinción masiva de la biodiversidad, y cuando una especie desaparece, es para siempre. También hay una tercera dimensión: la aceleración acumulada dentro de la nueva era geológica del Antropoceno. Lo que está ocurriendo con la acidificación de los océanos es un buen ejemplo de esta rápida aceleración acumulada. Y una cuarta característica es la existencia de un crecimiento del malestar político y social. Sabemos que muchos de los conflictos actuales dentro de los países y entre ellos también llevan el sello de la crisis medioambiental. La Primavera Árabe probablemente nunca habría ocurrido sin el impacto del cambio climático. Por último, estamos creando una especie de deuda ontológica intergeneracional. Estamos transmitiendo a las generaciones futuras la necesidad de adaptarse, no en términos de dinero o capital, sino del mal que estamos haciendo al "software", al soporte, del planeta: a la biosfera, la atmósfera, la hidrosfera. Es decir, estamos transmitiendo una deuda ontológica que deberán pagar las generaciones futuras.

3/ En su libro "Safety at a Crossroads - New Tools for New Challenges" (La seguridad en la encrucijada: nuevas herramientas para nuevos retos), destaca las siete categorías de la seguridad humana. ¿Qué retos les plantea el cambio climático?

Cuando hablamos de seguridad, pensamos inmediatamente en términos de estrategia y equilibrio militar. Durante los últimos 200 años ha sido lógico pensar así, pero hoy en día no sólo está fuera de moda, sino que es completamente erróneo. De hecho, un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicado en 1994 planteaba un concepto más amplio de la seguridad humana, tratando de considerarla desde la perspectiva del individuo, de nosotros mismos, de lo que hacemos como ciudadanos de nuestros países y del mundo.


4/ Desde este punto de vista, ¿cuáles son las principales dimensiones y características de la seguridad para nosotros mismos?

Las siete categorías que ha mencionado forman parte de esta visión de transformación del paradigma de la seguridad. Incluyen la seguridad económica, que es muy importante en un mundo que ha evolucionado hasta tener más desempleados a causa de la pandemia. Luego vienen la seguridad alimentaria, sanitaria y medioambiental. Y el medio ambiente implica a todas las demás categorías. También está la seguridad personal, para que un individuo se sienta seguro independientemente de su raza, orientación sexual, riqueza material, y la seguridad comunitaria y política. Estas siete dimensiones están muy vinculadas a la gran contribución del presidente estadounidense Franklin Roosevelt, que en el famoso discurso sobre el Estado de la Unión de 1941 habló de la necesidad de tener, no sólo en EE.UU., sino también a nivel mundial, cuatro libertades: de expresión, de religión, de acceso a la riqueza material (alimentos, empleo) y de miedo, en el sentido de vivir en un mundo seguro, de 1994 que he mencionado es muy armonioso y está en consonancia con la propuesta del Presidente Roosevelt, que no se dirige a una comunidad o país concreto, sino al mundo en su conjunto. Es la idea de tener un sistema internacional -y no sólo el derecho internacional- que sea capaz de garantizar la materialización de estas dimensiones de seguridad.

5/ Y si observamos el cambio climático y la crisis medioambiental, ¿qué vemos?

Vemos que todas estas dimensiones están en peligro. Un ejemplo que me impactó: el verano pasado, en el estado de Oregón, Estados Unidos, que tiene unos cinco millones de habitantes, los grandes incendios provocaron la huida de 500.000 personas (el 10%). Históricamente hablando, estos grandes incendios comenzaron en diciembre de 2017. Y en Portugal tuvimos dos grandes incendios en 2017, uno en octubre, que fue uno de los más graves y destructivos de nuestra historia. Y estos incendios tienen una relación directa con el cambio climático. Así que estamos hablando de seguridad. La pregunta es sobre la continuación de nuestra vida en la Tierra. Tenemos que cambiar drásticamente la forma en que habitamos el planeta.

6/ El cambio climático puede exacerbar muchas de las amenazas actuales, como la inseguridad alimentaria y las enfermedades infecciosas. El ex secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, llegó a decir que no sólo exacerbarían las amenazas existentes a la paz y la seguridad, sino que son en sí mismas una amenaza para la paz y la seguridad. ¿Siguen estos efectos en cascada repercutiendo en nuestros recursos naturales?

Ciertamente lo hacen. Los grandes incendios de Australia, Suecia o Rusia son ejemplos de estos efectos en cascada. Y estamos asistiendo a situaciones de no retorno en el Ártico, la gran barrera de coral de Australia, y probablemente incluso la crisis de los coronavirus esté relacionada con la pérdida de biodiversidad. Porque estamos invadiendo como especie los hábitats de muchas otras especies, rompiendo las fronteras entre la especie humana y otras especies animales de la Tierra, cortando los mecanismos de autodefensa entre nuestras especies no sólo con el Covid-19, sino también con otras enfermedades zoonóticas. Así, la transmisión de virus de los animales a los humanos es probablemente el resultado de un punto de no retorno en la biodiversidad. Por eso debemos considerar el cambio climático como parte de una crisis global. Y tenemos que encontrar un nuevo sistema internacional, porque hoy estamos completamente a la deriva. En términos de derecho y sistema internacional, probablemente estemos en el siglo XIX. Hoy en día, la ONU es una pálida activa. No estoy culpando al actual Secretario General, António Guterres, porque es una cuestión de organización, de implicación de los países. Sobre todo los grandes países, como Estados Unidos, China, la UE, India, Rusia, que necesitan volver al espíritu original de la Carta de las Naciones y cruzarlo con los nuevos retos a los que nos enfrentamos. Porque hoy el mundo es mucho más peligroso que en 1945. Tenemos problemas existenciales, el cambio climático, la crisis medioambiental global, el riesgo de guerra nuclear, que ya existía en 1945, pero que es mayor hoy. También tenemos el problema del sistema económico. Estamos muy expuestos a los ciclos financieros y a las crisis económicas porque no hemos conseguido construir un sistema capaz de controlar los flujos financieros y económicos. Por lo tanto, la crisis medioambiental no puede separarse de la crisis económica porque la estructura económica es el principal motor de la humanidad. Si no cambiamos el tejido económico, no podremos hacer frente a la crisis medioambiental y climática.


7/ ¿Cómo pueden el futuro Pacto Global del Medio Ambiente y la propuesta de Casa Común de la Humanidad ayudar a salvaguardar a las generaciones futuras y garantizar un clima estable?

La ONU está inmersa en el proceso de creación de un Pacto Global del Medio Ambiente que se proclamará en 2022, cincuenta años después de la primera gran Conferencia de la ONU en Estocolmo, y también 50 años después de la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Y la Casa Común de la Humanidad intenta no sólo apoyar este esfuerzo de la ONU, sino también aumentar la intensidad del cambio. Por ello, proponemos la necesidad de integrar la idea de un Pacto Global del Medio Ambiente (Tratado SOS), una convención global para dar estatus legal a un importante concepto científico, el Sistema Terrestre, que refleja la realidad de la unidad viva de la Tierra. Hay otros planetas rocosos en el Sistema Solar, pero el nuestro tiene un software responsable de la vida, lo que supone una gran responsabilidad para nosotros. Así que nuestro esfuerzo, como ciudadanos de diferentes países, es participar en el debate de la ONU sobre el Pacto Global del Medio Ambiente. Y crear un Tratado sobre el Espacio de Funcionamiento Seguro de la Humanidad, en el que la comunidad internacional, el derecho y el sistema encuentren una nueva forma de habitar la Tierra basada en la cooperación compensada, y no en el actual juego de suma negativa en el que estamos inmersos, en el que el capital natural disminuye cada día, disminuyendo la capacidad de la Tierra para soportar la vida. Este tratado otorgará un estatus legal a los estados soberanos y a otros actores internacionales importantes, como las corporaciones, para que tengamos un sistema de contabilidad de la Tierra en el que podamos, de forma muy rigurosa e independiente, contabilizar las llamadas externalidades, y dar una recompensa a los países y a las corporaciones por las externalidades positivas que introducen en el Sistema Terrestre. Y penalizar a los actores internacionales que introducen externalidades negativas en el planeta.


8/Históricamente, las naciones se han centrado más en tratar de crear una equidad intra-generacional (entre generaciones) en términos de desarrollo, centrándose en las generaciones actuales más que en las futuras. ¿Son fundamentales iniciativas como la propuesta de la Casa Común de la Humanidad para salvaguardar a las generaciones futuras?

Por supuesto. Y también hay una gran dimensión transformadora en esta propuesta y diálogo con diplomáticos, medios de comunicación y políticos, porque no podemos hacer nada sin compartir valores, sin aprender de los demás. Es crucial un cambio en el modelo actual de negociación diplomática, que es básicamente el modelo de reparto de la carga. La idea de que estamos discutiendo sobre cuotas, límites de emisión, es tan pobre y equivocada que tenemos que poner en la mesa de negociación mucho más que eso. Tenemos que crear un paradigma de diplomacia que sea capaz de pasar de un juego de suma cero en el que yo gano lo que tú pierdes y tú ganas lo que yo pierdo, a una diplomacia en la que todos ganan, a un juego de suma positiva. Y, para crear el Tratado SOS, que dará estatus legal al Sistema Terrestre. Y el concepto de Condominio de la Tierra podría ser el prototipo del nuevo modelo comercial. Porque cuando tenemos un condominio residencial, por ejemplo, sabemos que hay dos tipos de propiedad: la de nuestro apartamento y la de los espacios y funciones comunes, como el sistema eléctrico, los ascensores, etc. Lo mismo debería ocurrir en el sistema internacional. No estamos diciendo a los Estados soberanos que la soberanía nacional va a terminar. Lo que decimos es que si seguimos totalmente apegados al viejo modelo de soberanía estatal de casi cuatro siglos, lo perderemos todo, incluso la soberanía.


9/¿Es eso lo que llamas la paradoja de la soberanía?

Eso es exactamente lo que es. Cada Estado no puede enfrentarse solo al cambio climático, la crisis medioambiental, la crisis financiera o las pandemias. Fíjense en lo que ha pasado en Europa, la pandemia se afrontó al principio de forma muy competitiva, pero ahora, tras la cooperación entre los países europeos, tenemos la esperanza de superar la situación de la pandemia, aunque sea muy mala. Por ello, nuestra propuesta trata de combinar dos tipos de soberanía. La primera es la soberanía clásica, la soberanía territorial de los Estados, para funciones como el control nacional de las fronteras, el comercio internacional, etc. Pero si hablamos de la atmósfera, los recursos hídricos, los océanos, la gestión de la biodiversidad, la protección de los bosques, estamos hablando del patrimonio común de la humanidad. Y en este caso no podemos repartir la gestión, no podemos decir que somos dueños de una parte de la atmósfera o del océano. Si realmente queremos superar la crisis climática, la crisis medioambiental, tenemos que actuar juntos incluso con países con los que tenemos muchos otros puntos de desacuerdo. Porque no existe la atmósfera de China y Estados


10/¿Cómo puede ser el reconocimiento del clima como Patrimonio Común de la Humanidad la innovación jurídica que necesitamos en las negociaciones sobre el clima tras décadas de conversaciones con pocos resultados?

La única manera de tener una estrategia concreta y coordinada para abordar y superar el cambio climático es entender que es un síntoma de crisis ambiental. Y la crisis medioambiental es también un síntoma del estado de desorden en el que se encuentra ahora el Sistema Terrestre. Tenemos que combinar y vincular el cambio climático con la necesidad de restaurar el Sistema Terrestre. Y cuando digo restaurar, me refiero a que tenemos que cambiar también el tejido económico. Tenemos que dar un precio, un valor económico, no a la destrucción de los recursos naturales y del Sistema Terrestre, sino a la preservación, protección, promoción y restauración de las diferentes áreas de este sistema, como el agua, la biodiversidad, los bosques o los paisajes. Y hacerlo con toda la inteligencia, imaginación y fuerza moral que podamos movilizar.


*Entrevista realizada por Kimberly White, periodista y editora de la agencia de noticias de los Estados Unidos sobre medio ambiente y desarrollo sostenible The Planetary Press


Viriato Soromenho Marques: "Si no cambiamos el modelo económico, no podremos hacer frente a la crisis medioambiental y climática"

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Es necesario "dar un precio", un valor económico, "a la preservación, protección, promoción y restablecimiento de las diferentes partes del Sistema Terrestre, como el agua, la biodiversidad, los bosques y los paisajes", dice el profesor de filosofía de la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa.
VIRGÍLIO AZEVEDO
Adaptación
CLÁUDIA PAIVA Y JULIETH CASTRO TOVAR
Traducción al español

Desde el 23 de septiembre 2020, la Casa Común de la Humanidad (CHH), una organización mundial con sede en Portugal, en la Universidad de Oporto, ha estado realizando una campaña publicitaria de su iniciativa "Un sistema terrestre, un patrimonio común, un pacto mundial", en asociación con la agencia de noticias The Planetary Press.

La campaña incluye una serie de entrevistas realizadas por esta agencia, grabadas en podcast y transcritas en inglés, portugués y español - las "Conversaciones de la Casa Común ONU75" - a personalidades de proyección internacional. Las primeras 14 entrevistas están acompañadas de videos con animaciones sobre las propuestas de la CHH.

Puede ver las entrevistas aquí

La CHH propone el reconocimiento del Sistema Terrestre como Patrimonio Común de la Humanidad, para restablecer un clima estable, crear un nuevo modelo de gobernanza de los recursos naturales comunes del planeta y promover un nuevo Pacto Ambiental Global en las Naciones Unidas, que ponga fin al actual estancamiento de las negociaciones sobre el clima. Para lograr este objetivo, la CHH está organizando una coalición mundial de conocidos científicos del Sistema Terrestre y de la sostenibilidad, juristas, economistas, sociólogos, Estados soberanos, ONG, organizaciones internacionales, autoridades y comunidades locales, pueblos indígenas y universidades.

La CHH tiene como fundadores siete universidades portuguesas, ZERO-Asociación Sistema Terrestre Sostenible, el Ministerio del Medio Ambiente y Acción Climática de Portugal, los ayuntamientos de las ciudades de Oporto y Gaia, y expertos de todo el mundo. También cuenta con varias organizaciones de apoyo, además de la agencia de noticias The Planetary Press, el IIDMA - Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente (Madrid), The Planetary Network, Global Voice y la organización Earth Trusteeship Initiative.

1/ Es profesor de filosofía política, filosofía de la naturaleza e i deas europeas en la Universidad de Lisboa, y fue uno de los autores de la estrategia portuguesa para el desarrollo sostenible.

¿Qué destaca de estas experiencias?

Lo que intento hacer con mis actividades es contribuir a tratar los problemas colectivos de la Humanidad, porque necesitamos políticas públicas. Pero tenemos que superar la actual comprensión, muy limitada, de lo que está en juego con la crisis medioambiental y climática. Si pensamos que este problema debe ser resuelto sólo por los gobiernos y las grandes empresas, nos equivocamos. Porque en la raíz de este problema hay un profundo cambio en el conjunto de valores de nuestra visión del mundo. Y para lograrlo, necesitamos también la contribución de la cultura, la ética, la religión. Por lo tanto, todos somos actores en esta lucha por la supervivencia de la civilización en la Tierra. Considero el cambio climático no como algo que existe por sí mismo, sino como una dimensión de la crisis medioambiental, en la que podemos identificar cinco dimensiones únicas. En primer lugar, el clima es la única crisis realmente planetaria que existe. El cambio climático se siente intensamente en el extremo norte y en el extremo sur del planeta, en regiones en las que casi no hay nadie vivo.

2/ En otras palabras, ¿no hay santuarios protegidos del impacto del cambio climático?

No. En segundo lugar, es una crisis irreversible y entrópica. Sabemos que tenemos una extinción masiva de la biodiversidad, y cuando una especie desaparece, es para siempre. También hay una tercera dimensión: la aceleración acumulada dentro de la nueva era geológica del Antropoceno. Lo que está ocurriendo con la acidificación de los océanos es un buen ejemplo de esta rápida aceleración acumulada. Y una cuarta característica es la existencia de un crecimiento del malestar político y social. Sabemos que muchos de los conflictos actuales dentro de los países y entre ellos también llevan el sello de la crisis medioambiental. La Primavera Árabe probablemente nunca habría ocurrido sin el impacto del cambio climático. Por último, estamos creando una especie de deuda ontológica intergeneracional. Estamos transmitiendo a las generaciones futuras la necesidad de adaptarse, no en términos de dinero o capital, sino del mal que estamos haciendo al "software", al soporte, del planeta: a la biosfera, la atmósfera, la hidrosfera. Es decir, estamos transmitiendo una deuda ontológica que deberán pagar las generaciones futuras.

3/ En su libro "Safety at a Crossroads - New Tools for New Challenges" (La seguridad en la encrucijada: nuevas herramientas para nuevos retos), destaca las siete categorías de la seguridad humana. ¿Qué retos les plantea el cambio climático?

Cuando hablamos de seguridad, pensamos inmediatamente en términos de estrategia y equilibrio militar. Durante los últimos 200 años ha sido lógico pensar así, pero hoy en día no sólo está fuera de moda, sino que es completamente erróneo. De hecho, un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicado en 1994 planteaba un concepto más amplio de la seguridad humana, tratando de considerarla desde la perspectiva del individuo, de nosotros mismos, de lo que hacemos como ciudadanos de nuestros países y del mundo.


4/ Desde este punto de vista, ¿cuáles son las principales dimensiones y características de la seguridad para nosotros mismos?

Las siete categorías que ha mencionado forman parte de esta visión de transformación del paradigma de la seguridad. Incluyen la seguridad económica, que es muy importante en un mundo que ha evolucionado hasta tener más desempleados a causa de la pandemia. Luego vienen la seguridad alimentaria, sanitaria y medioambiental. Y el medio ambiente implica a todas las demás categorías. También está la seguridad personal, para que un individuo se sienta seguro independientemente de su raza, orientación sexual, riqueza material, y la seguridad comunitaria y política. Estas siete dimensiones están muy vinculadas a la gran contribución del presidente estadounidense Franklin Roosevelt, que en el famoso discurso sobre el Estado de la Unión de 1941 habló de la necesidad de tener, no sólo en EE.UU., sino también a nivel mundial, cuatro libertades: de expresión, de religión, de acceso a la riqueza material (alimentos, empleo) y de miedo, en el sentido de vivir en un mundo seguro, de 1994 que he mencionado es muy armonioso y está en consonancia con la propuesta del Presidente Roosevelt, que no se dirige a una comunidad o país concreto, sino al mundo en su conjunto. Es la idea de tener un sistema internacional -y no sólo el derecho internacional- que sea capaz de garantizar la materialización de estas dimensiones de seguridad.

5/ Y si observamos el cambio climático y la crisis medioambiental, ¿qué vemos?

Vemos que todas estas dimensiones están en peligro. Un ejemplo que me impactó: el verano pasado, en el estado de Oregón, Estados Unidos, que tiene unos cinco millones de habitantes, los grandes incendios provocaron la huida de 500.000 personas (el 10%). Históricamente hablando, estos grandes incendios comenzaron en diciembre de 2017. Y en Portugal tuvimos dos grandes incendios en 2017, uno en octubre, que fue uno de los más graves y destructivos de nuestra historia. Y estos incendios tienen una relación directa con el cambio climático. Así que estamos hablando de seguridad. La pregunta es sobre la continuación de nuestra vida en la Tierra. Tenemos que cambiar drásticamente la forma en que habitamos el planeta.

6/ El cambio climático puede exacerbar muchas de las amenazas actuales, como la inseguridad alimentaria y las enfermedades infecciosas. El ex secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, llegó a decir que no sólo exacerbarían las amenazas existentes a la paz y la seguridad, sino que son en sí mismas una amenaza para la paz y la seguridad. ¿Siguen estos efectos en cascada repercutiendo en nuestros recursos naturales?

Ciertamente lo hacen. Los grandes incendios de Australia, Suecia o Rusia son ejemplos de estos efectos en cascada. Y estamos asistiendo a situaciones de no retorno en el Ártico, la gran barrera de coral de Australia, y probablemente incluso la crisis de los coronavirus esté relacionada con la pérdida de biodiversidad. Porque estamos invadiendo como especie los hábitats de muchas otras especies, rompiendo las fronteras entre la especie humana y otras especies animales de la Tierra, cortando los mecanismos de autodefensa entre nuestras especies no sólo con el Covid-19, sino también con otras enfermedades zoonóticas. Así, la transmisión de virus de los animales a los humanos es probablemente el resultado de un punto de no retorno en la biodiversidad. Por eso debemos considerar el cambio climático como parte de una crisis global. Y tenemos que encontrar un nuevo sistema internacional, porque hoy estamos completamente a la deriva. En términos de derecho y sistema internacional, probablemente estemos en el siglo XIX. Hoy en día, la ONU es una pálida activa. No estoy culpando al actual Secretario General, António Guterres, porque es una cuestión de organización, de implicación de los países. Sobre todo los grandes países, como Estados Unidos, China, la UE, India, Rusia, que necesitan volver al espíritu original de la Carta de las Naciones y cruzarlo con los nuevos retos a los que nos enfrentamos. Porque hoy el mundo es mucho más peligroso que en 1945. Tenemos problemas existenciales, el cambio climático, la crisis medioambiental global, el riesgo de guerra nuclear, que ya existía en 1945, pero que es mayor hoy. También tenemos el problema del sistema económico. Estamos muy expuestos a los ciclos financieros y a las crisis económicas porque no hemos conseguido construir un sistema capaz de controlar los flujos financieros y económicos. Por lo tanto, la crisis medioambiental no puede separarse de la crisis económica porque la estructura económica es el principal motor de la humanidad. Si no cambiamos el tejido económico, no podremos hacer frente a la crisis medioambiental y climática.


7/ ¿Cómo pueden el futuro Pacto Global del Medio Ambiente y la propuesta de Casa Común de la Humanidad ayudar a salvaguardar a las generaciones futuras y garantizar un clima estable?

La ONU está inmersa en el proceso de creación de un Pacto Global del Medio Ambiente que se proclamará en 2022, cincuenta años después de la primera gran Conferencia de la ONU en Estocolmo, y también 50 años después de la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Y la Casa Común de la Humanidad intenta no sólo apoyar este esfuerzo de la ONU, sino también aumentar la intensidad del cambio. Por ello, proponemos la necesidad de integrar la idea de un Pacto Global del Medio Ambiente (Tratado SOS), una convención global para dar estatus legal a un importante concepto científico, el Sistema Terrestre, que refleja la realidad de la unidad viva de la Tierra. Hay otros planetas rocosos en el Sistema Solar, pero el nuestro tiene un software responsable de la vida, lo que supone una gran responsabilidad para nosotros. Así que nuestro esfuerzo, como ciudadanos de diferentes países, es participar en el debate de la ONU sobre el Pacto Global del Medio Ambiente. Y crear un Tratado sobre el Espacio de Funcionamiento Seguro de la Humanidad, en el que la comunidad internacional, el derecho y el sistema encuentren una nueva forma de habitar la Tierra basada en la cooperación compensada, y no en el actual juego de suma negativa en el que estamos inmersos, en el que el capital natural disminuye cada día, disminuyendo la capacidad de la Tierra para soportar la vida. Este tratado otorgará un estatus legal a los estados soberanos y a otros actores internacionales importantes, como las corporaciones, para que tengamos un sistema de contabilidad de la Tierra en el que podamos, de forma muy rigurosa e independiente, contabilizar las llamadas externalidades, y dar una recompensa a los países y a las corporaciones por las externalidades positivas que introducen en el Sistema Terrestre. Y penalizar a los actores internacionales que introducen externalidades negativas en el planeta.


8/Históricamente, las naciones se han centrado más en tratar de crear una equidad intra-generacional (entre generaciones) en términos de desarrollo, centrándose en las generaciones actuales más que en las futuras. ¿Son fundamentales iniciativas como la propuesta de la Casa Común de la Humanidad para salvaguardar a las generaciones futuras?

Por supuesto. Y también hay una gran dimensión transformadora en esta propuesta y diálogo con diplomáticos, medios de comunicación y políticos, porque no podemos hacer nada sin compartir valores, sin aprender de los demás. Es crucial un cambio en el modelo actual de negociación diplomática, que es básicamente el modelo de reparto de la carga. La idea de que estamos discutiendo sobre cuotas, límites de emisión, es tan pobre y equivocada que tenemos que poner en la mesa de negociación mucho más que eso. Tenemos que crear un paradigma de diplomacia que sea capaz de pasar de un juego de suma cero en el que yo gano lo que tú pierdes y tú ganas lo que yo pierdo, a una diplomacia en la que todos ganan, a un juego de suma positiva. Y, para crear el Tratado SOS, que dará estatus legal al Sistema Terrestre. Y el concepto de Condominio de la Tierra podría ser el prototipo del nuevo modelo comercial. Porque cuando tenemos un condominio residencial, por ejemplo, sabemos que hay dos tipos de propiedad: la de nuestro apartamento y la de los espacios y funciones comunes, como el sistema eléctrico, los ascensores, etc. Lo mismo debería ocurrir en el sistema internacional. No estamos diciendo a los Estados soberanos que la soberanía nacional va a terminar. Lo que decimos es que si seguimos totalmente apegados al viejo modelo de soberanía estatal de casi cuatro siglos, lo perderemos todo, incluso la soberanía.


9/¿Es eso lo que llamas la paradoja de la soberanía?

Eso es exactamente lo que es. Cada Estado no puede enfrentarse solo al cambio climático, la crisis medioambiental, la crisis financiera o las pandemias. Fíjense en lo que ha pasado en Europa, la pandemia se afrontó al principio de forma muy competitiva, pero ahora, tras la cooperación entre los países europeos, tenemos la esperanza de superar la situación de la pandemia, aunque sea muy mala. Por ello, nuestra propuesta trata de combinar dos tipos de soberanía. La primera es la soberanía clásica, la soberanía territorial de los Estados, para funciones como el control nacional de las fronteras, el comercio internacional, etc. Pero si hablamos de la atmósfera, los recursos hídricos, los océanos, la gestión de la biodiversidad, la protección de los bosques, estamos hablando del patrimonio común de la humanidad. Y en este caso no podemos repartir la gestión, no podemos decir que somos dueños de una parte de la atmósfera o del océano. Si realmente queremos superar la crisis climática, la crisis medioambiental, tenemos que actuar juntos incluso con países con los que tenemos muchos otros puntos de desacuerdo. Porque no existe la atmósfera de China y Estados


10/¿Cómo puede ser el reconocimiento del clima como Patrimonio Común de la Humanidad la innovación jurídica que necesitamos en las negociaciones sobre el clima tras décadas de conversaciones con pocos resultados?

La única manera de tener una estrategia concreta y coordinada para abordar y superar el cambio climático es entender que es un síntoma de crisis ambiental. Y la crisis medioambiental es también un síntoma del estado de desorden en el que se encuentra ahora el Sistema Terrestre. Tenemos que combinar y vincular el cambio climático con la necesidad de restaurar el Sistema Terrestre. Y cuando digo restaurar, me refiero a que tenemos que cambiar también el tejido económico. Tenemos que dar un precio, un valor económico, no a la destrucción de los recursos naturales y del Sistema Terrestre, sino a la preservación, protección, promoción y restauración de las diferentes áreas de este sistema, como el agua, la biodiversidad, los bosques o los paisajes. Y hacerlo con toda la inteligencia, imaginación y fuerza moral que podamos movilizar.


*Entrevista realizada por Kimberly White, periodista y editora de la agencia de noticias de los Estados Unidos sobre medio ambiente y desarrollo sostenible The Planetary Press


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