La paz es un proceso de aceptación del otro, un vivir sin rencor y sin pensar en el individualismo.
Grandes montañas, llanuras, serranías y una sábana esplendorosa, donde en cada una de ellas se ensanchan variedad de cultivos, animales y culturas, así es Colombia. Un país lleno de riquezas materiales e inmateriales; lleno de hombres y mujeres luchadores, alegres, solidarios y trabajadores que a diario edifican sus hogares y sueñan con vivir tranquilos.
Es un país que desde sus inicios ha dejado grandes legado. Por el han pasado grandes pensadores, artistas y líderes, pero hoy vemos como poco a poco esta Colombia que ha marcado la agenda setting de muchos medios de comunicación por sus grandes alcances y su gente pujante, sigue viviendo con las secuelas, con el dolor de haber perdido a quienes estaban y de haber tenido que huir de lo que era propio. Aún seguimos siendo noticia, aún se siguen levantando muchos titulares que llevan el nombre de nuestro país, departamentos y hasta municipios, pero ahora no es solo por las alegrías, esto dejó de ser relevante. Por años nos hemos levantamos con la noticia de un país que ha sido maltratado, usado, explotado por quienes dicen tener el poder, por unos cuantos que se olvidad que son tan mestizos e indígenas como todos lo que aquí habitamos, unos pocos que se olvidan de los campesinos, mujeres, niños y niñas; de esa población que ha sido y sigue siendo blanco de una desigualdad social, de las injusticias y de la degradación hacia el ser humano.
Colombia ha tenido un periodo alrededor de 50 años de violencia, que a raíz de las diferencias ideológicas, sociales, culturales, políticas, de las ganas de adquisición de poder se ha pisoteado a su pueblo, causando daños irreversibles y llevando a la pérdida de muchas vidas de personas inocentes. La guerra por el poder, por mandar en un país tan rico como el nuestro es la meta principal de muchos que hoy se hacen llamar políticos.
¿Y el resto?, será que se han preguntado qué quieren las miles de personas restantes de este país. Es bueno creer que también quieren vivir en igualdad, donde tengan oportunidades, donde sean libres de elegir y decir las cosas sin miedo de ser asesinados, quieren una Colombia donde las mujeres y las niñas sean respetadas, donde no existan más violentos que atentan con la dignidad de ellas. Quieren un país con justicia social, donde la ley sea para todos. Quizás esto puede querer o sueñan con mucho más, pero tocaría seguir escuchando historias y ver cómo las lágrimas corren por algunos rostros. Rostros desolados y víctimas, que han tenido que sentir el miedo de morir, el frío de sus pueblos deshabitados y hasta el dolor de perder a un ser amado.
Definitivamente tocaría seguir caminando por muchas tierras para seguir reconstruyendo sueños, esperanzas y ver junto a quienes hoy se alzan a dejar el nombre de nuestro país en alto, una Colombia diferente. Y cuando digo esos que se alzan no me refiero a los partidos políticos, ni a nuestros mandatarios, hablo de esos quienes muestran solidaridad a diario con quienes tienen más que ellos, aquellos que se olvidad de un color, bandera, cultura e ideología por convertirse en uno solo y reconocer que somos humanos, que todos somos personas dignas y valiosas por el solo hecho de existir.
Colombia está a la espera del cambio y lleva siglos soñando con ver un país prometedor, con oportunidades y donde la palabra paz sea más que un símbolo. Se espera que los nuevos líderes políticos, que las nuevas propuestas ideológicas si vayan a fin de un bienestar social y no particular. Ya quedó un precedente en unas elecciones masivas que decidieron ver el poder del pueblo ahora falta ver cada acción que traerá lo que en urna se decidió para la tierra del encanto.