No items found.
corrupcion revista level
fikry anshor
“En el club de la corruptela
La suscripción se paga
Con dinero mal habido
Es un lugar muy exclusivo
Para el vivo y el bandido”



Hace mucho que existe el club de la corruptela, un circuito de “élite” integrado por personas sin escrúpulos que se disfrazan “de gente de bien” pero con mucha facilidad venden su alma por un billete de cien. No saben lo que es la honestidad, ni mucho menos actuar con dignidad, su pase de entrada es la ignominia y la injusticia social. Usan sus “palancas” para escalar y derrotar a la meritocracia. Son máster en nepotismo, amiguismo y favoritismo.


Para entrar a la corruptela, basta con pertenecer a alguna esfera del poder, o ser amigo o amiga de quien esté al mando. No existe el mérito, ni el esfuerzo, sólo existe desprecio por la honestidad y un cinismo sin igual. En este club, se derrocha el dinero público y se reparten contratos como si fueran abrazos. Incluso, se inventan cargos de honorarios millonarios, para pagar favores y tapar saqueos con más desfalcos.


Los y las integrantes de este club, son amantes de la corruptela, cimentan su vida suntuosa, en el despilfarro y la fachada de “la legalidad”, sus discursos se basan en una falsa moralidad. Tienen el descaro de dar sermones baratos para engañar a la sociedad y seguir con aires de superioridad. En este club, hay personas especialistas en apariencia y barbaridad. Es fácil escuchar sus alocuciones sobre la familia, la religión, los valores y el imperio de la ley, mientras roban sin control y por doquier.


Alardean de sus lujos cuestionables y desde el inmoral “privilegio” son capaces de difamar a la persona más inocente; a la que exige sus derechos, la llaman vándala; a la que es pobre, la estigmatizan; a la más honesta, la ridiculizan; a la carente de oportunidades, la señalan de holgazana. Lo cierto es que las personas corruptas son las verdaderas haraganas.


Además, presumen de su lucha contra la criminalidad y resulta que son más criminales que las más criminales.  Debajo de su falsa “impecabilidad” sólo esconden barro y suciedad. Su “distinguida” membresía, tiene un valor muy alto, por pertenecer al club de la corruptela le venden su alma al diablo. La cuota de admisión no es otra que la total disposición para el saqueo de recursos sagrados.


El club de la corruptela no es más que un espacio de segregación y discursos de exclusión, a sus integrantes les encantan las estrategias de manipulación para encubrir sus crímenes y sus pecados. Con cortinas de humo le roban al pueblo, sus caudales públicos; a la niñez, el presupuesto para la alimentación; a la juventud, el capital para la educación; a la gente del campo, sus cultivos y siembras; a la fauna y flora, sus ecosistemas; a las personas trabajadoras, sus prestaciones sociales; a las comunidades, sus recursos naturales, y hasta a la paz, le roban los fondos internacionales. 


Siempre encuentran la manera de desviar la atención y para seguir robando usan sofismas contra sus víctimas como “todo lo quieren regalado” o “a trabajar vagos y vagas”, estas expresiones no son más que ignominias y falsedades con las que pretenden distraer a la opinión pública,  mientras se llenan los bolsillos de forma cínica con lo saqueado. Los socios y las socias de la corruptela, son la peor de las plagas; las personas que tienen esta membresía, son expertas en maquillar la realidad; los eufemismos hacen parte de su cotidianeidad. Además, saben cómo encubrir sus crímenes, a través de una red de corrupción que francamente parece imbatible.


En este club tan “exclusivo”, la primordial diversión es “el carrusel de la contratación”, el plato más apetecido es la eufemística “mermelada” y el principal frontispicio es la llamada “gente de bien”, esa que quiere pasar por encima de otras personas, esa que exclama ¡usted no sabe quién soy yo!, o, la que, sin ningún talento, se gana puestos con favores, o cobra comisiones sin un día de trabajo y más grave aún, la que firma contratos de muerte solo para enriquecerse con suerte. Es increíble, que exista gente que siga repitiendo que lo peor de “una rosca” es no estar en ella, como si fuera un honor ser parte de la corruptela.


Esperemos que un día las puertas de este infame club sean selladas y su “selecta” clientela sea expulsada. 


Galería

No items found.
corrupcion revista level
fikry anshor
“En el club de la corruptela
La suscripción se paga
Con dinero mal habido
Es un lugar muy exclusivo
Para el vivo y el bandido”



Hace mucho que existe el club de la corruptela, un circuito de “élite” integrado por personas sin escrúpulos que se disfrazan “de gente de bien” pero con mucha facilidad venden su alma por un billete de cien. No saben lo que es la honestidad, ni mucho menos actuar con dignidad, su pase de entrada es la ignominia y la injusticia social. Usan sus “palancas” para escalar y derrotar a la meritocracia. Son máster en nepotismo, amiguismo y favoritismo.


Para entrar a la corruptela, basta con pertenecer a alguna esfera del poder, o ser amigo o amiga de quien esté al mando. No existe el mérito, ni el esfuerzo, sólo existe desprecio por la honestidad y un cinismo sin igual. En este club, se derrocha el dinero público y se reparten contratos como si fueran abrazos. Incluso, se inventan cargos de honorarios millonarios, para pagar favores y tapar saqueos con más desfalcos.


Los y las integrantes de este club, son amantes de la corruptela, cimentan su vida suntuosa, en el despilfarro y la fachada de “la legalidad”, sus discursos se basan en una falsa moralidad. Tienen el descaro de dar sermones baratos para engañar a la sociedad y seguir con aires de superioridad. En este club, hay personas especialistas en apariencia y barbaridad. Es fácil escuchar sus alocuciones sobre la familia, la religión, los valores y el imperio de la ley, mientras roban sin control y por doquier.


Alardean de sus lujos cuestionables y desde el inmoral “privilegio” son capaces de difamar a la persona más inocente; a la que exige sus derechos, la llaman vándala; a la que es pobre, la estigmatizan; a la más honesta, la ridiculizan; a la carente de oportunidades, la señalan de holgazana. Lo cierto es que las personas corruptas son las verdaderas haraganas.


Además, presumen de su lucha contra la criminalidad y resulta que son más criminales que las más criminales.  Debajo de su falsa “impecabilidad” sólo esconden barro y suciedad. Su “distinguida” membresía, tiene un valor muy alto, por pertenecer al club de la corruptela le venden su alma al diablo. La cuota de admisión no es otra que la total disposición para el saqueo de recursos sagrados.


El club de la corruptela no es más que un espacio de segregación y discursos de exclusión, a sus integrantes les encantan las estrategias de manipulación para encubrir sus crímenes y sus pecados. Con cortinas de humo le roban al pueblo, sus caudales públicos; a la niñez, el presupuesto para la alimentación; a la juventud, el capital para la educación; a la gente del campo, sus cultivos y siembras; a la fauna y flora, sus ecosistemas; a las personas trabajadoras, sus prestaciones sociales; a las comunidades, sus recursos naturales, y hasta a la paz, le roban los fondos internacionales. 


Siempre encuentran la manera de desviar la atención y para seguir robando usan sofismas contra sus víctimas como “todo lo quieren regalado” o “a trabajar vagos y vagas”, estas expresiones no son más que ignominias y falsedades con las que pretenden distraer a la opinión pública,  mientras se llenan los bolsillos de forma cínica con lo saqueado. Los socios y las socias de la corruptela, son la peor de las plagas; las personas que tienen esta membresía, son expertas en maquillar la realidad; los eufemismos hacen parte de su cotidianeidad. Además, saben cómo encubrir sus crímenes, a través de una red de corrupción que francamente parece imbatible.


En este club tan “exclusivo”, la primordial diversión es “el carrusel de la contratación”, el plato más apetecido es la eufemística “mermelada” y el principal frontispicio es la llamada “gente de bien”, esa que quiere pasar por encima de otras personas, esa que exclama ¡usted no sabe quién soy yo!, o, la que, sin ningún talento, se gana puestos con favores, o cobra comisiones sin un día de trabajo y más grave aún, la que firma contratos de muerte solo para enriquecerse con suerte. Es increíble, que exista gente que siga repitiendo que lo peor de “una rosca” es no estar en ella, como si fuera un honor ser parte de la corruptela.


Esperemos que un día las puertas de este infame club sean selladas y su “selecta” clientela sea expulsada. 


Prohibida su reproducción parcial o total, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su autor y Revista Level.

COPYRIGHT © RevistaLevel.com.co

Arriba