“El opresor no sería tan fuerte, si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”.
Simone de Beauvoir
En México, la Reforma Político-Electoral de 2014, estableció la paridad de género en las candidaturas, irrumpió la vida democrática de nuestro país, cambiando sustantivamente la fotografía y con ello la forma de hacer política.
Como resultado la incorporación masiva de las mujeres en los puestos de decisión, la foto cambio y de eso no hay duda, es un paso adelante en los derechos de las mujeres.
Por cierto, el Estado mexicano dio con ello, un salto favorable en la representación, aún con los bemoles y prácticas patriarcales utilizadas en las postulaciones; en las que una vez más quedó por sentado que en la política a la mexicana, las resistencias al goce y ejercicio de los derechos políticos de las mujeres es asignatura pendiente.
Las mujeres, siempre han estado presentes en la política, aunque invisibles en las decisiones, son muchas de ellas las que hacen campaña a ras de piso, utilizando las tres “s”, suela, sudor y saliva, porque su trabajo, a escasas fechas, comienza a ser reconocido.
Sin embargo, en la política los cacicazgos continúan siendo la medida de competencia para las postulaciones; gozar de un apellido y posición económica facilitan el acceso a la toma de decisiones cuando se es mujer.
Privilegio que tanto para hombres como para mujeres, estigmatizan una competencia imperfecta, en el que la interseccionalidad juega en desventaja para las personas en condiciones de vulnerabilidad, porque sus voces, demandas y reclamos son silenciadas por la distancia diametral para ser escuchadas.
“Cuerpo de mujer, no garantiza perspectiva de género”, se escucha constantemente en el argot político, en los pasillos de los Congresos, en las salas de juntas, donde poco a poco, la presencia de ellas comienza a representar.
Mujeres que siguen en el ejercicio del poder el modelo patriarcal de violencia, maltrato, sumisión, pleitesía y arrogancia; nada nuevo bajo el sol. Banderas que desgastan discursivamente y no concretan en los hechos, porque el sistema está hecho así y romper con los moldes preestablecidos pone en riesgo los privilegios que se adquieren en los cargos públicos.
Pocas son las compañeras que nacidas o no en el privilegio económico o político, arriesgan su posición para mejorar las condiciones de vida y los derechos de todas, es importante el logro alcanzado hasta hoy, escuchar las voces de todas en las tribunas, romper con los esquemas tradicionales del espacio privado como el centro de realización.
Lo conquistado hasta hoy, es incluso el derecho a equivocarse en la toma de decisiones, movimiento que poco a poco está cambiando la realidad, cada día es más común ver y saber de mujeres participando en la política.
El gran reto ahora es romper con la inercia patriarcal del poder, modificar en conjunto o en lo individual las violencias que desata el ejercicio, es dejar de pedir permiso para actuar de tal o cual forma, es por tanto apropiarse de la voz y que a través de esta se escuchen las de todas.