En la pasada transmisión del programa Mujeres que Impactan, entrevistamos a la docente y artista Liliana Molano, también conocida como Lily Lakshmi, que se enfoca en el empoderamiento y sanación femenina a través de la danza, un arte que le salvó la vida.
Lakshmi, Laksmí, Lily Lakshmi. Aquella diosa hindú de la buena fortuna y la abundancia, del amor y la belleza inspiró a Liliana a encontrar el nombre que utilizaría en el mundo de la danza por los últimos 13 años de su carrera artística como bailarina profesional. Pero tiempo antes de encontrarse en este mundo y convertirse en bailarina profesional, Liliana tuvo que enfrentarse a una serie de dificultades que pudo ser el comienzo del fin para otra persona, pero para Liliana el inicio de algo espectacular.
Muchas veces, reconciliarse y reencontrarse se da en situaciones fuertes que alteran por completo la percepción de vida de la persona que las experimenta. Para Liliana esto fue un profundo duelo por el fallecimiento del hombre con quien compartió su vida durante 11 años, pero también por el sentimiento de haberse perdido a sí misma en el transcurso de esa relación, “duré un año sin saber qué hacer, no sabía quién era yo”, contaba, “él era mi todo y yo nunca pensaba en mí”.
En el 2014, aquel duelo afectó su salud, de manera que se manifestó en su cuerpo en la forma de un cáncer que la afligió física y mentalmente durante dos años. Pero ante la adversidad, decidió levantarse y luchar por su vida a través de su amor por el arte, “sentí que la vida se me derrumbaba”, decía Liliana, “pero la danza se convirtió en mi pareja de vida, me enseñó que la vida es divina”. A los dos meses de su recuperación, se encontraba en un concurso de baile, con 37 kilos de peso e intensa emoción, danzaba sobre el escenario con unas inmensas alas de isis. Dorada y llena de gozo, no sólo bailaba, sino que volaba.
El origen de su amor por la danza nace en el momento que una amiga invita a Liliana al gimnasio, lugar en el cual descubrió las clases de baile de su primera maestra. A partir de allí, la búsqueda por un mayor aprendizaje se desarrolló con rapidez, de manera que pronto se encontró en medio de clases profesionales que le enseñaron no sólo la disciplina de este arte, sino el proceso terapéutico que podía aplicar en su propia vida. “Me di cuenta de mi misión y de quién era yo”, explicaba, “entonces he podido enseñarle a otras mujeres la danza, pero no solamente danza con los pies sino con el corazón”.
Las dificultades a las que se enfrentó Liliana la empujaron a determinar como meta el ayudar a otras mujeres que han pasado por los mismos conflictos emocionales que ella experimentó. Su trabajo no sólo se extiende a sus clases privadas, sino a las diversas fundaciones que visita para enseñar que todo dolor puede ser superado por medio de un arte enfocado no sólo en trabajar lo físico sino también lo espiritual.
“Un regalo bonito fue reencontrarme”, relata, “desde que empieces a conocerte, encuentres un talento y te mantengas ocupada puedas ayudar a otras mujeres a hacer lo mismo”. Considera que el arte es un espacio para soltar toda emoción negativa que genere un peso innecesario en la vida. De manera que su principal objetivo en sus clases es trabajar en aumentar el autoestima de sus alumnas, de recordarles que, sin importar cómo sean sus cuerpos o cuál sea su edad, son valiosas e importantes y nadie puede decir lo contrario.
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